lunes, 13 de octubre de 2008

:: Apuntes sobre la huella mnémica y la representación

RUBÉN CALIGARIS
la tarde / y las formas / y la mujer que amo / vienen del dolor
corren / destinadas / y alegres
Francisco Urondo
[1]

La huella, el lenguaje, la clínica
Una pregunta que nos puede surgir es qué importancia tiene investigar sobre la huella para el campo de la clínica psicoanalítica. Y podemos, para acercarnos a una respuesta, que lo que circula en el campo de la clínica son palabras. Dicho de otra manera, el psicoanálisis opera con la palabra.
Y, de esta manera, vemos que al querer hablar de la huella empezamos con la palabra. La dificultad que se nos presenta es que, y esto lo vamos a sostener, la problemática de la huella mnémica atraviesa todo el campo del psicoanálisis. Necesitamos profundizar mucho en esta cuestión. Decimos la teoría, pero pensándola como algo que tiene que surgir de la práctica[2], y no como mero trabajo de abstracción al modo de un “ratón de bibliotecas”. Aunque podemos precisar que la práctica tiene algo de intransmisible, que tal vez lo que se transmita es cierta teorización de la clínica, con una pérdida de ciertos aspectos de la práctica.
Entonces, la teorización es de la clínica. Ahora bien, si hay algo que da lugar a esta clínica es ese particular modo de lazo social que da lugar a la transferencia en el análisis, en ese movimiento lógico de caída de un saber constituido del propio sujeto ante su historia y de puesta en juego en el analista de un supuesto saber. La operatoria que hay que pensar para que se dé lugar a esa situación es la del lenguaje y la posibilidad de constituir un discurso.
Entonces, vemos la importancia de la huella, que es la de la inscripción, la de la escritura, y que atraviesa la cuestión del lenguaje en el psicoanálisis, tanto en su práctica como en su clínica y su teoría.

Apuntes sobre la huella, la interpretación, la representación y la temporalidad

Tomando una traducción del término alemán Spur que nos da Ritvo, decimos “tiene diversos significados, muchos de los cuales coinciden con los alcances del equivalente en castellano de huella: en primer lugar la impresión, luego señal, marca, rastro; designa también el carril automovilístico y en el vocabulario marítimo la estela que deja el barco.” [3] Es lo que queda después de un suceso que pasa. El vestigio presente de una presencia ausente.
Algo fundamental en la concepción de la huella mnémica es que no la hay sin una interpretación. Es decir, para ser figurativos, si vemos que hay algo escrito en una pared, podemos decir, “seguro que lo hicieron con aerosol, etc”. Si hay una traza es porque el animal, por ejemplo, no está más allí, se necesita de un interprete que agrupe elementos diversos. Algo ha estado ahí y ya no lo está.
De esta manera entramos también a la problemática de las representaciones. Se llega a las huellas mnnémicas por vía del análisis, al “desgranar” las representaciones. Las huellas se combinan, se condensan, se trasfiguran, y arman de esa manera las representaciones. En un momento una investidura carga la representación, toma huellas y arma representaciones. Las representaciones se arman al ser investidas por una carga.
Es según el modo en que se representen que se formará, por ejemplo, un delirio de persecución (en Shreber) o un síntoma (recordemos esa mancha en la boca del caballo del que hablaba Juanito).
Las huellas, y en esto seguimos a Derridá, “forman el texto de lo inconciente”. Es en el edificio de la escritura donde se aloja la huella mnémica. Trabajando el último tramo de la obra de freudiana, nos encontramos con el fenomenal aparato de la pizarra mágica. Su ventaja figurativa es enorme, tenemos una superficie perceptiva (lámina de celuloide) siempre dispuesta a recibir nuevas percepciones (sistema P-Cc, que no conserva huellas duraderas, tal como lo sostuvo desde el Proyecto) y huellas duraderas de los caracteres recibidos (en la tablilla de cera). Freud compara la cubierta compuesta por el celuloide y el papel encerado con el sistema receptor de los estímulos y su dispositivo antiestímulo, la lámina de cera, con el sistema inconsciente situado detrás de él, y la aparición y desaparición de lo escrito, con el accionar de la conciencia en cuanto a las percepciones.
Pero profundiza más en este último punto. Hay una discontinuidad de la corriente de inervación que hacen que el sistema P-Cc abra las puertas a la percepción. Mientras el sistema permanece investido de ese modo, recibe las percepciones acompañadas de conciencia y transmite la excitación hacia los sistemas mnémicos inconcientes; cuando la investidura es retirada, se extingue la conciencia y la operación del sistema se suspende. Freud construye una metáfora, en la que el inconciente, por medio del sistema P-Cc, extendería al encuentro del mundo exterior unas antenas que retiraría rápidamente después que estas tomaron muestras de sus excitaciones.
Este es el modo de constitución de la temporalidad psíquica. Es la escritura como interrupción y restablecimiento del contacto entre las distintas capas psíquicas. Hay una economía de la escritura, esas discontinuidades de los movimientos de carga psíquica en relación al sistema P-Cc, que nos abren y nos cierran las puertas al mundo exterior estableciendo una secuencia repetitiva.
Freud señala una diferencia entre nuestra actividad psíquica y la pizarra mágica. Ésta no puede producir desde dentro un escrito, como sí lo hace nuestra memoria. En ese sentido, la representación de la pizarra mágica está muerta, no funciona por sí misma, a diferencia de nuestro sistema mnémico.

Huella de lo perdido: la presencia de una ausencia. Su relación con la transferencia.

Siguiendo a Derridá y retomando lo ya planteado, decimos que la huella tiene que ver más con la borradura que con la presencia inmutable, que con lo indeleble. Podemos acercarnos a esta idea evocando la vivencia de satisfacción. Esa percepción, y ese algo que queda. Su imagen mnémica y esa huella mnémica de la satisfacción producida por la necesidad. Y un resto, un excedente que da lugar al deseo, a su vez permitirá el funcionamiento psíquico.
Es huella será la presencia de una ausencia. Y dará lugar a una primera escritura que estructurará lo psíquico.[4]
Eso psíquico de lo que nos habla Freud tiene que ver con lo inconciente. Y toma este concepto como algo vivo, que mantiene todo tipo de relaciones con lo conciente. Podemos decir que no se puede pensar el psicoanálisis como psicología de las profundidades. Es decir, tanto en las teorizaciones de Freud como, más explícitamente, en las de Lacan, la estructura Edípica la encontramos en la superficie. Es decir, se puede hacer una analogía con la carta robada, que está ante la vista pero no la vemos. En el análisis el inconciente se constituye en sus efectos, en las producciones de enunciación en las que esa carta aparece, a modo de lapsus, por ejemplo.
Freud afirma que el inconciente se continúa en los retoños, es asequible a las vicisitudes de la vida, influye de continuo sobre el preconciente y a su vez está sometido a influencias de parte de este. Esto nos permite retomar el tema de la huella mnémica, en sus movimientos asociativos dentro de los sistemas psíquicos, y pensarla en relación a la transferencia. Es decir, cómo esos rasgos del objeto perdido, ausente, van a determinar el lazo de amor de transferencia.

Articulaciones con la palabra. Representación cosa y representación palabra.

En una primera lectura al artículo Lo Inconciente uno puede entender que Freud hace una distinción entre Representación-cosa como propia del inconciente, en relación a la imagen, y la Representación-palabra, ligada a lo preconciente, que articula la representación cosa con restos de palabra, y conducirse a una clasificación que puede remitirnos a la lingüística, o a una psicología de las profundidades.
Se corre un riesgo de esa manera, que perjudicaría nuestra clínica. En la clínica psicoanalítica, como decíamos, circulan palabras. Ahora bien ¿esas palabras son siempre concientes?. Vemos la complejidad del tema. Ya en La interpretación de los sueños Freud nos dice que en los sueños las palabras son tomadas como cosas. Esos sueños, ya por sí mismos constituidos en imágenes a partir de un texto, un jeroglífico, una traducción, que hacen indispensable una interpretación teniendo en cuenta las asociaciones entre lo que se dice, y no la relación de lo que se dice con la imagen figurada en el sueño. Es decir, hay fractura de palabras, y operan con ellas los mecanismos de condensación y de desplazamiento. Las palabras pasan a ser ambiguas, y operan los cambios de vías, de rieles.
Es en ese apalabramiento en el que se hace acto el inconciente, que al decir de Lacan es el discurso del Otro. Es decir, y retomando lo dicho sobre la huella, es ese texto que nos viene del Otro y que constituye la Otra escena.
La relación entre la palabra y la huella es sumamente compleja. En un primer momento uno puede pensar que la huella está más ligada al texto de lo inconciente y la palabra a lo preconciente. Pero en esas múltiples formas de relación entre ambos sistemas, y al ver que las palabras pueden ser tratadas como cosas, vemos que hay articulaciones diversas. Podemos decir, las huellas van a aparecer a modo de detalle en el tratamiento de la enunciación. En ella las palabras se parten, y actúan los mecanismos del inconciente en la superficie. Es ahí que las huellas, siempre combinadas y puestas en juego en representaciones investidas, son dadas a luz en análisis.

Vemos de esta manera los múltiples vectores que puede tener esta temática, para nada concluida en este trabajo. Pensamos que al profundizarla, podremos tener un mayor acercamiento a esa compleja articulación entre práctica, clínica y teoría psicoanalítica.
BIBLIOGRAFÍA

Derridá; Freud y la escena de la escritura; Fuente: personales.ciudad.com.ar/Derrda/freud.htm.
· Guy Le Goufey, Representación freudiana y significante lacaniano.
Freud, S. Lo Inconciente, 1915; Ed Amorrortu; Tomo 14; 2007.
Freud, S. La represión, 1915; Ed Amorrortu; Tomo 14; 2007.
Freud, S. La pizarra mágica, 1915; Ed Amorrortu; Tomo 19; 2007.
Freud, S. La represión, 1915; Ed Amorrortu; Tomo 14; 2007.
Freud, S. La neuropsicosis de defensa; 1895; Ed Amorrortu; Tomo 3; 2007.
Lacan, J. Seminario 5; Ed. Paidós; 2006.
· Ritvo, J.B. Del padre. Políticas de su genealogía. Cap: La huella en Freud, la huella de Freud. Letra Viva, 2004.
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[1] Urondo, Francisco. Antología poética, de Lugares, “Tanto amor tanta huella”. Ed. Planeta, 1999, pág 25.
[2] En este punto es para cuestionar a los estudiantes que piden a gritos “más práctica, menos teoría”.
[3] Ritvo, J.B. Del padre. Políticas de su genealogía. Letra Viva, 2004. pág 169.
[4] Quedará por profundizar, entre otras cosas

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