martes, 14 de octubre de 2008

:: “EL PSICOANALISIS SE RECREA CADA VEZ”

DINA SERRA

Quería comenzar comentando que nuestro trabajo de cartel fue muy bueno y que posibilitó hacer de cada encuentro con mis compañeros espacios muy productivos de discusión y de lectura. Sin pretenciosos objetivos fueron surgiendo diferentes interrogantes, diferentes autores, nuevos acercamientos al tema y otras lecturas sugeridas que se fueron recortando de acuerdo a los intereses del grupo y luego contemplando ya los intereses particulares de cada uno. De igual modo fue un proceso largo, donde trabajamos mucho no sin algunas emociones encontradas.
La temática del dispositivo analítico me resulto interesante porque se pone directamente en relación con la preocupación respecto de la profesión, con la pregunta de cómo desenvolverme en un psicoanálisis. Por tanto, me pareció importante trabajar de este modo a través del dispositivo cartel para salir de este “ preocupación”, generar un movimiento que me permitiera pensar acompañadamente un abordaje clínico; que significó más bien “ocuparme”, implicarme, apropiarme de este espacio de investigación. Sin duda hay algo del deseo puesto allí.
Entre mis inquietudes me preguntaba como hacer para articular lo trabajado a lo largo de distintos años de paso por la facultad, las perspectivas de los diferentes autores o docentes, los diferentes lineamientos teóricos, etc., y todo lo que posibilita la formación, que entiendo no se limita a la universidad, sino más bien otros espacios y actividades que quedan por fuera. Todo ello con el objetivo de poder pensarme yo misma como analista, creo que en la misma pregunta pude encontrar acertadamente la respuesta: “el yo debe quedar por fuera”.
Tratamos de recorrer a través de la lectura varios elementos que nos ayudaron a pensar tal dispositivo ya que si bien sabemos que no hay recetas ni técnicas sujetas al “manejo” del análisis se trata de una práctica rigurosa supeditada a ciertas directrices del analista. Aquí es donde se pone en juego su deseo como guía, para poder ir venciendo las resistencias.
El psicoanálisis se trata de una práctica de palabra dentro de un dispositivo donde se pretende que el analista actúe como espejo vacío al decir de Lacan, para poder dejar por fuera todo lo que corresponda a su persona y habilitar la aparición del sujeto del inconsciente que se manifiesta en acto, para que esta palabra advenga. Se trata del propio carácter evanescente que da cuenta de su eticidad. En el análisis el saber está en espera, siempre por venir, situado del lado del analizante, y se pone en juego cuando hablamos.
Creo que hay una confusión en creer que cuando se hace psicoanálisis se sabe a donde se va, “el psicoanálisis como todas las otras actividades humanas participa indiscutiblemente del abuso”.[1]
Se actúa como si se supiera algo, cuando en verdad el que sabe es el analizante, y el analista lejos de quedarse supeditado a la teoría, es colocado en posición de Sujeto Supuesto Saber permitiendo una dinámica de conexión en transferencia de inconsciente a inconsciente, donde la asociación libre se pone en marcha con el objetivo de no desechar ninguna ocurrencia por inapropiada o indiferente que parezca de acuerdo a la regla fundamental, y disponerse como analista a esperar la emergencia de algo del orden de la verdad que pueda ser sancionado en este marco, e interrogar al sujeto, involucrarlo en la pregunta sobre “lo que dice”, “sobre lo que quiere”.
Me parece necesario entender que lo que ordena el análisis es el manejo de la transferencia, y es el analista quién soporta y se presta a la transferencia, se ofrece como función, sin dejar de saber que ese lugar de sujeto supuesto saber que se le atribuye caerá al finalizar el análisis.
El deseo del analista es un deseo vivo, y es el analista quien responde a la transferencia como deseo, que solo funciona así en el marco de un análisis. Todos éstos son objetivos propuestos en las entrevistas preliminares.
Es este deseo el que dirige el análisis ya que permite al analista sostener la atención flotante, es decir no atender a nada, sino más bien permitir que algo se presente como sorpresivo, porque lo importante no es el contenido del discurso sino las vacilaciones, la escansiones, algún corte o ruptura, es decir disponerse a la escucha de las diferencias significantes.
Es necesario distinguir lo que es dicho en sesión al analista, que no se confunda con su persona, que no se lo atribuya, ya que esto obstaculiza el trabajo exponiéndose a involucrarse él mismo.
En esto consiste la neutralidad o la distancia que el analista debe mantener, aquello que se entiende por “estar en función”, actuando en cada análisis sin ideas preconcebidas y sin relación con sus propios significantes.
Se trata de que el analista se borre como sujeto y se ponga en lugar de objeto, ya que en el análisis hay un solo sujeto en juego: el analizante que es su resultado, su efecto.
Lo importante entonces es actuar frente a cada nuevo caso como único, sin prestarse a generalizaciones.
Por supuesto que es necesario tener en cuenta también lo que se entiende conceptualmente por contratranferencia (aquello que se ha trabajado también como resistencia al analista) se trata de un ruido en la atención flotante, la irrumpe, la altera, cosa que no debe pasársele por alto a ningún analista ya que es un fenómeno sobre el que es necesario interrogarse y ser llevado a su propio análisis. Sostiene Luis Vicente Miguelez[2] “el análisis es algo que importa a lo singular, a lo específico de cada analista, lo que hace de su función algo eficaz es que aquél pueda trabajar sobre su implicación en cada análisis. El arte singular con el que debemos contar no nos exime de pensar conceptualmente lo que hacemos espontáneamente”.
Cada análisis es diferente y único, ya que cada analista es uno diferente frente a cada paciente, por más que se trate del mismo analista. Se pueden poner en juego posiciones teóricas similares entre los diferentes profesionales, pero conservando su estilo propio. Se trata de experiencias siempre singulares.
Por otro lado me parece interesante poder rescatar las diferencias que se pueden marcar entre ciertos términos, que si bien son utilizados en muchos casos indistintamente en el discurso de la facultad, merece ser aclarado. El analista pueden intervenir de diferentes modos en un análisis, pero no todos ellas son entendidas como interpretaciones o construcciones. Es decir que una escansión o corte de sesión es una interrupción activa del analista que marca una puntuación en la sucesión de lo que se dice y consecuentemente agudiza la escucha del analizarte sobre su decir en una posteriori de la sesión. Se logra así un efecto de sentido que surge luego de tal puntuación, pero que no es un sentido cerrado, ni una significación sino que habilita a la frase siguiente ya que esta no debe ser saturada. Es por eso también que no podemos sostener un análisis con duración fijada de antemano, siendo esto muy importante para que un análisis llegue a su término.
Una intervención entonces se dirige a que un sujeto se decida a hablar y se implique en lo que dice. Podríamos decir que las intervenciones pueden hacerse por fuera de la transferencia, tal como sugiere M.Colovini “no necesariamente forma parte del acto analítico, puede prepararlo o ser consecuencia de aquel”.[3]
De modo diferente pensamos la interpretación que es aquel decir del analista que no puede quedar por fuera de la transferencia que puede ser posibilitada por ciertas intervenciones del mismo.
También es entendido por Freud “como lo que uno emprende con un elemento singular del material: una ocurrencia, una operación fallida, etc.”[4] además se considera que la prueba en el acierto de la interpretación es que el sujeto traiga un material que la confirme o que responda con una asociación que implique algo similar al contenido de la construcción, y aun así no en todos los casos.
Sostiene Freud que algunas de las corroboraciones mas fiables por parte del analizante son: “nunca se me habia cruzado por la cabeza”, o “no se me habia ocurrido nunca”.
Una construcción en cambio implica la presentación al sujeto de un fragmento de su historia olvidada. De todos modos una construcción puede ser entendida como correcta o no únicamente durante el transcurrir de un análisis y solo se plantea como una conjetura de acuerdo con Freud.
Aun así ninguna intervención por parte del analista debe quedar como un simple acto de intuición ya que si bien las interpretaciones no son pensadas ni preparadas ello no implica que no tenga fundamentos teóricos aún sin hacer de ellos recetas a seguir.

Por ultimo me parece importante comprender que el Psicoanálisis no se enseña, se trasmite, es por ello que no hay reglas ni pasos a seguir, a pesar de que Freud muchas veces refleja en sus escritos casi un intento de reglamentar o establecer leyes para el despliegue del dispositivo analítico. Se trata solo de estar allí y de disponerse a la escucha y su correlato en el paciente, es decir la producción de un decir inédito, el ejercicio de la palabra plena. Así lo manifiesta Lacan en una fórmula en el seminario 11: “el arte de escuchar equivale al del bien decir”.[5]
Queda claro entonces que el psicoanálisis es una práxis que no tiene que ser entendida como una práctica estandarizada, pero no quita que quien agencie de analista no reflexione sobre su quehacer, las consecuencias de su acto y que lleve adelante su propio análisis.



[1] LACAN, J. “Apertura de la Sección Clínica”, Página 42, Editorial Paidós.
[2] MIGUELEZ, L.V, “El Espacio Ectópico de la contratransferencia”, en III Encuentro Latinoamericano de los Estados Generales del Psicoanálisis.
[3] COLOVINI, M. “Dispositivos e Intervenciones”, Abril, 1997.
[4] FREUD, S. “Construcciones en Análisis” 1937, Página 262, Tomo XXI, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
[5] LACAN, J. “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”, Seminario XI, Capítulo X, Página 129, Editorial Paidós, Año 1987.

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