miércoles, 8 de octubre de 2008

:: La emergencia del Sujeto supuesto Saber.

FLORENCIA VARELA

En Clínica I “A”, la profesora Marité Colovini, nos propuso para el cursado de la materia componer un cartel. Ante esta propuesta se armaron grupos en torno a las temáticas del programa de la cátedra. Sin dejar de estar intrigados, y sentir incertidumbre frente a esta propuesta de la cual poco sabíamos.
Me pregunté entonces por el cartel, por qué era esto que se nos planteaba para hacer durante el año.
El cartel es un dispositivo que propone Lacan para la Escuela que funda después de la excomunión de la IPA, en el ’63. Lo propone para tratar de acotar los efectos de grupo y de poder. El cartel es el órgano base de la escuela.
Lacan piensa en el cartel porque, ya que en la Escuela se encuentran analistas, apareciendo así un colectivo de analistas que deben establecer un lazo, pero sin convertirse en masa, entonces propone un lazo asociativo, que llama comunidad de experiencia. Experiencia analítica. Nos dice en la Proposición del 9 de octubre de 1967 “instaurar entre sus miembros una comunidad de experiencia cuyo meollo está dado por la experiencia de los practicantes”. También comenta que el Cartel “posibilita a los analistas preguntarse lo que analíticamente significa su trabajo en calidad de trabajo común”.
“El cartel lo deriva del dispositivo analítico; en los dos operan los tres registros y se tiene como finalidad un producto, que es un efecto: el de haber tocado lo real en el “parletre” en las dos experiencias tanto de analizante como de cartelizante.”[1]
Plantea también que la manera de tener noticias del trabajo de un cartelizante es por la “exposición a cielo abierto”, un producto, un efecto del trabajo del dispositivo de cartel.
Me uní al cartel de “ética del psicoanálisis”, propuesto por un compañero ya que este tema me interesó de inmediato, por haberlo tratado en otras materias pero no de manera amplia. Tema que al mismo tiempo me despertaba muchas dudas por no encontrar definición fija, ni marcada sobre la ética a tener en cuenta en la práctica, por la falta de “instrucciones” y “pasos” que no se dan para poder realizarla. Práctica que en un tiempo creo, voy a enfrentar; y de la cual al acercarme a los años superiores de la carrera no conocía en profundidad.
Es entonces después de investigar, leer y adentrarnos en la temática elegida con el cartel, que pudimos colegir que no había “instrucciones” o “pasos” a seguir en un tratamiento. Que no nos íbamos a encontrar con algún escrito o texto donde se den al lector “pasos a seguir” si se los puede llamar así, para realizar una praxis como la del psicoanálisis.
Para empezar me gustaría introducir el término ética y su “par” la moral.
Puedo decir que la ética y la moral están íntimamente relacionadas pero que no son lo mismo, no pensamos en lo mismo al nombrarlas.
Según la enciclopedia Wikipedia, podemos decir de estos términos que: En el ámbito de la filosofía se considera a la ética como una de sus partes principales, es el conjunto de normas sugeridas por un filósofo, o proveniente de la religión, por ejemplo. En cambio la moral viene a designar el grado de acatamiento que los individuos dispensan a las normas éticas e imperantes en un grupo social determinado. Se puede afirmar, que a pesar de ser poco distinguibles, si las pensamos en la observación o la aplicación práctica, la norma ética será siempre teórica, en tanto que la moral será su aplicación práctica.
Puedo decir que la ética del psicoanálisis es diferente a las éticas de las otras prácticas, de otros discursos, un poco por lo que planteaba arriba de que no encontramos una definición de ella acotada, no se encuentran pasos a seguir, frente al quehacer de un analista en su práctica, sino “consejos” o propuestas (si asó se las puede llamar) dadas por Freud y Lacan, y también repetidas en toda la carrera en la facultad.
Lacan nos habla de muchas cosas en el seminario VII, abordajes todos para acercarnos a ella, para poder pensar, en la ética, en una práctica ética. Pero hay algo que si aparece continuamente, a lo largo de todo el seminario, el Bien.
¿Es un bien el que se hace al hacer lo que hace un analista?, al preguntarme esto inevitablemente me surge otra pregunta ¿qué hace un analista cuando hace lo que hace? Así me acerco directamente a preguntarme por la posición del analista en su praxis.
Elijo empezar por Freud, me pareció adecuado para comenzar a pensar que hacer cuando oficiamos de analistas. En su texto “sobre la iniciación del tratamiento”, de 1912, habla de “entrevistas preliminares” (así las llama Lacan, posteriormente), entrevistas previas a la entrada del análisis durante las cuales debe decidirse si el psicoanálisis es aplicable o no a un paciente. Que sirven para explicitar al paciente sobre tiempo y dinero que implicará el tratamiento.
“No interesa para nada con qué material se empiece -la biografía, el historial clínico o los recuerdos de infancia del paciente-, con tal que se deje al paciente mismo hacer su relato y escoger el punto de partida. Lo único que se exceptúa es la regla fundamental de la técnica psicoanalítica, que el paciente tiene que observar. Se lo familiariza con ella desde el principio. En un aspecto su relato tiene que diferenciarse de una conversación ordinaria. Mientras que en esta usted procura mantener el hilo de la trama mientras expone, y rechaza todas las ocurrencias perturbadoras y pensamientos colaterales, aquí debe proceder de otro modo. Usted observará que en el curso de su relato le acudirán pensamientos diversos que preferiría rechazar con ciertas objeciones críticas. Tendrá la tentación de decirse: esto o estotro no viene al caso, o no tiene ninguna importancia, o es disparatado y por ende no hace falta decirlo. Nunca ceda usted a esa crítica; dígalo a pesar de ella, y aun justamente por haber registrado una repugnancia a hacerlo.
Diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente. Por último, no olvide nunca que ha prometido absoluta sinceridad, y nunca omita algo so pretexto de que por alguna razón le resulta desagradable comunicarlo”[2]
Freud explica en este fragmento que si bien no se trataba de análisis propiamente dicho, en este momento, el paciente debía someterse desde el inicio de estas a la regla fundamental del Psicoanálisis, regla de asociación libre.
La posición del analista en el dispositivo genera que se diga, el sólo hecho de estar ahí en ese momento genera en el futuro analizante que se diga algo, por mas que lo que se esta diciendo, no sea del todo sabido por éste. De entrada el analista le da la palabra quedando como hoja en blanco, como tabula rasa.
El análisis es ante todo una práctica de palabra dentro de un dispositivo que es un artificio capaz de hacer que esta palabra advenga[3].
Freud en “sobre la iniciación del tratamiento” se pregunta: Ahora bien, ¿mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que tocar el tema de la transferencia? Es preciso aguardar para este, el más espinoso de todos los procedimientos, hasta que la transferencia haya devenido resistencia. Plantea a continuación la siguiente pregunta: ¿cuando debemos empezar a hacer comunicaciones al analizado? ¿Cuándo es oportuno revelarle el significado secreto de sus ocurrencias, iniciarlo en las premisas y procedimientos técnicos del análisis? [4]. A esto, Freud responde diciendo que no es posible que esto se haga antes de que se haya instalado en el paciente una transferencia operativa. Lo cual necesita de tiempo. Porque si esto se hace apresuradamente producirá un descrédito de sí mismo y de la causa. La comunicación prematura de una solución inmediatamente lleva al abandono de la cura.
Luego de esto, Freud se acerca al punto que me interesó desde el principio investigar, a la pregunta que me llevo a unirme en este cartel y no a otro. La cuestión del saber, la aparición en análisis del Sujeto supuesto Saber.
¿Qué es este Sujeto supuesto Saber?, ¿Quién ocupa este lugar, el analista o el analizado?
A continuación en este mismo texto, “La iniciación del tratamiento” Freud se pregunta sobre si está en los analistas la posibilidad de prolongar el tratamiento, ya que el paciente sufre a causa de su no saber.
Es verdad que los analistas muchas veces saben algo que el paciente no recuerda concientemente, saber que llegó al medico, por los padres del paciente, o allegados a éste. Pero afirma que decirle que es lo que el analizante no sabe, que él sí, no soluciona las cosas. Mucho menos acorta el tratamiento.
Lo principal para pensar en un análisis es que en estas entrevistas, el que va en busca de un análisis reconozca que su sufrimiento tiene una causa de la cual él no sabe nada.
De esto se desprende que, para que sea posible una entrada en análisis hace falta que haya una disposición (del que padece) a la transferencia, transferencia con el saber psicoanalítico; hace falta que se ligue al analista en tanto depositario de ese saber supuesto pero ignorado por el sujeto de la demanda. En consecuencia, la práctica de las entrevistas previas cobra importancia en la medida que constituyen un tiempo de prueba para constatar el establecimiento de la transferencia en la cura.
Es responsabilidad del analista durante este primer tiempo previo a la entrada en análisis evaluar que emerja una función indispensable para que se lleve a cabo un tratamiento, condición necesaria para el comienzo de un análisis. Es indispensable que se haya producido la instalación del Sujeto supuesto Saber; también es su función, ya que dirige la cura, producir, provocar, permitir el establecimiento de la transferencia, a partir de esa suposición de saber que se le asigna al analista.
Lacan nos dice, en su seminario XI, sobre “los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” que la transferencia es un fenómeno nodal del ser humano, descubierto antes de Freud[5]. En este seminario relaciona la transferencia con el Banquete, de Platón. En relación a esto nos dice que en lo que respecta a la acción del analista, debe ser como la posición que adopta Sócrates que jamás pretendió saber nada, a no ser lo que hay del Eros, es decir del deseo. Esto es según Lacan donde platón nos indica precisamente el lugar de la transferencia.
Desde que en alguna parte hay Sujeto supuesto Saber (S.s.S) hay transferencia. Con respecto a esto Lacan nos comenta que ningún analista puede representar un saber absoluto.
Es una función a encarnar, el analista mantiene este lugar por cuanto es el objeto de la transferencia. En el momento en que esto sucede la transferencia ya esta fundada. Se puede decir que es el fin de las entrevistas previas al análisis. Lo que resta a partir de este momento es poner en marcha la transferencia.
El analista no sabe nada del inconciente del analizante, pero debe encarnar esa función, de representar ese saber del cual el sujeto esta separado. Ya que como sabemos el sujeto esta divido entre Saber y Verdad[6]. Saber que no conoce y le supone al analista.
Se le supone saber pero también se le supone salir al encuentro del deseo inconsciente. Deseo, es el eje, el pivote, el mango, el martillo, gracias al cual se aplica el elemento-fuerza, la inercia, que hay detrás de lo que primero se formula, en el discurso del paciente, en demanda, a saber la transferencia. El eje, el punto común de esta doble hacha, es el deseo del analista, que aquí designo como una función esencial[7].
Deseo que no debe entenderse como deseo de cada analista en particular, sino de la postura que tiene que tomar el analista en tanto ejerce la función de Sujeto supuesto Saber. Deseo que debe abstenerse. No corresponde por su posición de analista proponer una solución, dar consejos, es acá donde se juega la abstención, que implica no satisfacer las demandas del paciente ni desempeñar los papeles que este tiende a imponerle. Se debe mantener ajeno a ese temor y compasión de los que Lacan nos habla en cuanto a Antigona[8]. Ella no los tiene, y el analista tampoco debe tenerlos en la situación transferencial, no solo para efectivizar la transferencia sino porque el analista es ajeno.
En el seminario VII, Lacan nos explica que la tragedia de Antigona permite teorizar lo que es el deseo puro, deseo de dejar de desear. Este deseo es deseo secundario, suspendido, deseo de sostener el deseo. Pero… ¿qué pasa con el deseo del analista? Este es un deseo impuro, deseo de nada.
En análisis debe tratarse de un solo sujeto, es necesario por lo tanto que el analista, se desprenda, se corra de su posición de sujeto, alejándose de su deseo, dando lugar así que aparezca el deseo de nada. El deseo del analista así, podría pensarse como representado por ese ponerse en el lugar de Sujeto supuesto Saber. Para dar lugar así a la emergencia del sujeto del inconsciente del analizado, único sujeto presente en un análisis.
Es necesario que el Sujeto supuesto Saber se encarne en el analista; porque es necesario que exista uno que se haya singularizado, separado de todos los demás por encarnar esta función, y desde ese momento es necesario también que esté el silencio constituyendo la posición del analista, posición de no gozar. De no ofrecer tampoco su saber, ni su imagen, sino su deseo, no se trata aquí de otra cosa.
Si el analista cree que lo que se le dice en sesión es dicho a él, puede cometer el error de responder como persona y cambiar así las cosas dentro del análisis, habiendo desde ese momento dos personas hablando, critica que hace Lacan a los post-freudianos, relación dual, que no debe aparecer si lo que queremos hacer es Psicoanálisis.
Después de dicho esto, puedo puntualizar en que si el deseo del analista es el deseo de curar que no debe acatarse, o sea la abstención de este deseo de curar, no es otra cosa que deseo de analizar.
Si se ignora esto, no hay Sujeto supuesto Saber, por lo tanto no hay transferencia, y menos podemos hablar de psicoanalisis. Ya que como nos dice R. Díaz Romero, en su libro “Transferencia y discurso” Psicoanálisis y transferencia son una y la misma cosa. Es indispensable para esto que sigamos a Freud y Lacan en cuanto a lo que ellos intentaron transmitir, que toda persona que quiera ejercer el análisis debe transitar por tres caminos indispensables: la formación teórica, el análisis personal y el análisis de control. No es de ninguna otra manera que logremos ser analistas que puedan realizar esto, ser en definitiva analistas y no cualquier otra cosa. Ser éticos en la práctica de un psicoanálisis.
[1] Luz Elena Gaviria. El Más Uno y el analizante. Presentado en “clínica y actualidad.blogspot.com”
[2] S. Freud. Sobre la iniciación del tratamiento. 1913. AE tomo XII.
[3] Marie-Magdeleine Chatel. El acto de puntuación o el tiempo del corte de las “sesiones cortas”. Pto. IV.
[4] S. Freud. Sobre la iniciación del tratamiento. 1913. AE tomo XII.
[5] J. Lacan. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanalisis. Seminario XI. Cap. XVIII.
[6] J. Lacan La ciencia y la verdad. Escritos 1.
[7] J. Lacan Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanalisis. Seminario XI. Cap. XVIII
[8] J. Lacan La ética del psicoanalisis. Seminario 7. Cap XIX.

1 comentario:

Mauricio Emilio dijo...

Florencia: compañera de cartel!...espero que hayas disfrutado el laburo. para mi fue muy enriquecedor. Tu tarabajo me encanto!