lunes, 13 de octubre de 2008

:: Lo normal y lo patológico.

NADIA FABBRI
En el grupo no todos nos conocíamos pero sabíamos que algo nos identificaba, una curiosidad, lo que nos motivo en las futuras reuniones del cartel.
Todo empezó ante la pregunta: ¿qué es lo normal y lo patológico?
Según lo que la profesora de clínica I A nos hizo leer, “el cartel consiste en un trabajo con otros y es profundamente singular. La tensión entre la identificación que es la operación fundamental en la constitución de un grupo, porque hay que estar loco para no querer identificarse a un grupo, pero hay un momento de desidentificación; una sustracción en relación al grupo cuando se presenta el producto; y esto no tiene que ver con un delirio de originalidad. No hay otra manera de meterse en la dinámica de lo que es un cartel si no es practicándolo…”
Así que intentare meterme en esa dinámica a través de esta practica.

1- ¿Qué es lo normal?

“Se dice de lo que se halla en su estado natural. Que sirve de norma o regla. Regular, ordinario”.
¿Y qué es una norma? Es un “ordenamiento imperativo de acción que persigue un fin determinado con la característica de ser rígido en su aplicación. Regla, disposición o criterio que establece una autoridad para regular acciones de los distintos agentes económicos, o bien para regular los procedimientos que se deben seguir para la realización de las tareas asignadas. Se traduce en un enunciado técnico que a través de parámetros cuantitativos y/o cualitativos sirve de guía para la acción. Generalmente la norma conlleva una estructura de sanciones para quienes no la observen”.

Desde un criterio estadístico de normalidad, la palabra “normal” indicaría la conformidad con la regla, que no se aparta del promedio. Es normal lo que se manifiesta con cierta frecuencia en la población total, según la edad, sexo, raza, procedencia, etc. Entonces la normalidad se enfoca en la mayoría de los casos en relación con los demás, con el ideal o con la regla.
Lo anormal en contraposición, implicaría una desviación de la norma.

Existe el peligro de confundir lo “normal” con lo que se considera habitual. Además, no puede considerarse que algo por ser común sea siempre normal
A modo de ejemplo, vemos que hoy si bien vivimos en una sociedad que valora la explotación interpersonal como adaptativa, no por eso estaríamos en el terreno de la salud.
Distintas épocas y distintas culturas han entendido diferentes estados del individuo como patológicos o normales. Esto sería así porque cada grupo o sociedad, dispone de un sistema de normas y no existen conductas humanas que sean normales o anormales en absoluto, sino con respecto a un contexto.

2- Las categorías de la (a)normalidad.

Como otra definición de normal podemos tomar aquella que se trata de “la actividad mental por medio de la cual el conocimiento, la habilidad, los hábitos, las actitudes e ideales son adquiridos, retenidos y utilizados, originando progresiva adaptación y modificación de la conducta. Es un término que se le da a una persona que supuestamente no cuenta con ninguna discapacidad”.
Es curioso porque todos en mayor o menor grado contamos con alguna cuestión negativa aunque no sea una discapacidad en un sentido estricto; bien sabido es que no existe la perfección en el terreno de lo humano.

Pero una de las primeras ideas que surge sobre la discapacidad es el de la dicotomía normal-anormal. Esta distinción es también frecuente en el vocabulario común para referirse a una persona discapacitada como una persona que no es normal.
Michel Foucault se dedica a estudiar la categoría de los “anormales”, incorporada en Francia en el siglo XIX en los documentos de las pericias medico legales.
Los anormales, explica Foucault, no están en un campo de oposición sino de gradación de lo normal a lo anormal. Su existencia en el discurso no remite a los saberes de la medicina y el derecho en sí, sino a una práctica particular que adultera la regularidad de la institución médica y legal.
Está práctica, la pericia legal, propone un nuevo objeto de estudio, ya no “delincuentes” o “enfermos”, sino lo dicho, “anormales”.

Este término se liga al funcionamiento de un poder que Foucault llama “poder de normalización”, activando así una instancia de control sobre esta nueva categoría de personas. La “anomalía”, en tanto dominio que comienza a verificarse en el siglo XIX, se constituye a partir de tres elementos o figuras: el monstruo humano, el individuo a corregir, y el onanista. Con respecto a lo que aquí nos interesa, Foucault encuentra en el derecho romano una distinción jurídica entre el monstruo y el lisiado, el defectuoso, el deforme, es decir, lo que hoy llamamos discapacitado.

Si se piensa en el discapacitado como objeto de la ley, no natural, sería imprescindible volver sobre ese proceso histórico que Foucault desarrolla que es el “proceso de normalización”. Luego de analizar las organizaciones disciplinarias como dispositivos de una técnica general de ejercicio de poder, Foucault señala que esos aparatos disciplinarios tienen efectos de normalización. La norma, en tanto portadora de una pretensión de poder, no se define “como una ley natural”, sino por el papel de exigencia y coerción que es capaz de ejercer con respecto a los ámbitos en que se aplica.

Si se piensa hoy en los discapacitados siguiendo a Foucault habría que sostener que la norma que los califica también pretende corregirlos, que no los excluye ni los rechaza, sino que los somete a técnicas positivas de intervención y transformación.
Quien porte diagnostico de anormal deberá enfrentar el duro camino del retorno a lo normal, convirtiéndose en objeto de intervención de los profesionales que deben hacerse cargo de la anormalidad.
El sujeto ya no es tal, sino sólo un objeto, perderá su nombre, pasará a ser llamado por su déficit y podrá ser mirado, medido, evaluado, corregido y vuelto a corregir, medicado, internado, escondido, expulsado, “integrado”, controlado. Prácticas que esconden su sentido de protección de los normales frente al peligro de la anormalidad. Establecer demarcaciones para distinguir lo Uno mismo del “resto”, distinguir para protegernos, para no correr el riesgo de convertirnos en el Otro; tal es el sentido de la noción de normalidad.

3- ¿Qué es lo patológico?

“Patología es un término que proviene del griego: estudio (logos) del sufrimiento o daño (pathos).
Tiene que ver con la parte de la medicina encargada del estudio de las enfermedades en su más amplio sentido, es decir, como procesos o estados anormales de causas conocidas o desconocidas”.

Ahora bien, entonces esto tiene algo que ver con los conceptos de salud y enfermedad.
¿La salud sería lo normal? Alguien sano no es solamente aquel que no esta enfermo, sino estaríamos definiendo la salud por la ausencia de enfermedad. Cuando una persona puede poner a jugar su deseo tanto en el ámbito laboral como en lo afectivo, esto es apasionarse en el trabajo y en el amor en el lugar de padecerlos, podríamos pensar en alguien sano.

El pathos alude a un carácter negativo que sitúa a los límites del conocimiento positivo e introduce la vertiente de la subjetividad como modalidad válida de acceso a la verdad.
Canguilhem dice: “si la patología del hombre normal es la falla de la confianza en la naturaleza es porque el hombre se ha apartado de su condición y su condicionamiento natural. Hay una brecha abierta entre el hombre y la naturaleza que es el lugar que ocupa la Psyche”.

4- Usos que la sociología del siglo XIX hizo del par normal-patológico.

Los conceptos de normalidad y patología pueden mantener entre sí una relación especular a través del cual uno y otro se afirman en una alianza indisoluble.
Esta alianza que Canguilhem llamó polaridad, está directamente vinculada con las dos caras que definen lo normal. Si por un lado, lo normal es aquello que es tenido como media estadística, como tipo especifico, por otro parece significar un valor, vital o social, que le otorga el carácter de meta, de objetivo a ser procurado.
Lo normal posee así un carácter doble, es al mismo tiempo tipo y valor y es ese carácter el que le confiere la capacidad de ser “normativo”, y de ser la expresión de exigencias colectivas. Desde el momento en que lo normal es afirmado como un valor la polaridad emerge casi de un modo necesario; pues si algo es querido como un valor su contrario será rechazado como un disvalor. Cada uno precisa del otro para poder afirmarse. La patología precisa de lo normal en relación al cual se afirma como desvío, pero lo normal precisa de la existencia de su otro para afirmarse como un valor que merece ser perseguido.

En la producción sociológica de Comte y Durkheim el análisis de lo normal y lo patológico adquiere una posición central. Estos autores instalan la noción de lo normal como contracara positiva de lo patológico, y por lo tanto asimilando a lo sano, lo que implica analogías organicistas y metáforas del cuerpo social.
Para Comte las enfermedades son algo así como experimentaciones espontáneas, y que, es por esa razón que tornan posible una comparación entre el estado patológico o fenómeno alterado y el estado normal o fenómeno padrón.
Comte insiste en afirmar que cualquier análisis de fenómenos patológicos debe basarse en el conocimiento de fenómenos normales; pero que, inversamente, el estudio de lo patológico es indispensable para conocer las leyes de lo normal. Ahora bien, aún cuando Comte insista en la necesidad de una determinación clara de lo normal, no establece ningún tipo de criterio para decidir que es lo que debe ser entendido cuando se habla de normal.
Si reducimos lo normal a “naturaleza” o a “armonía” y consecuentemente lo anormal a “desvió” de la naturaleza o a “desarmonía”, debemos concluir junto con Canguilhem que se trata de una distinción estética y moral, esto es cualitativa, más que de una diferencia de grado o cuantitativa como pretendiera Comte.

Para Durkheim, el par “normal-patológico” se hará extensivo a los fenómenos poblacionales por mediación de la estadística, única capaz de hablar de lo normal en términos de frecuencia. Las regularidades matemáticas serán, un elemento indispensable para la sociología del autor para su comprensión de la normalidad y de la patología social. A partir de allí se podrían asociar los conceptos de frecuencia, normalidad y moralidad. Lo normal pasará a ser pensado no como estado de equilibrio entre las partes de un todo sino como un puente que permite unificar tipo y valor.
Durkheim mantiene intacto el principio de Comte: las formas mórbidas de un fenómeno no son de otra naturaleza que las normales (…) La enfermedad no se opone a la salud; son dos variedades del mismo género. Según Durkheim “normal” es aquello que se encuentra en el término medio de la especie, aquello que es también considerado como “natural” y “deseable”. El autor se distancia de Comte desde el momento en que comienza a hablar de fenómenos poblacionales precisará reconocer el valor de la estadística que es negado por su antecesor, limitando la importancia de la metáfora del cuerpo social. La sociedad no es idéntica al cuerpo individual. Sin embargo “distancia” no implica ruptura sino más bien continuidad y desplazamiento.
Si podemos reducir las normas vitales o sociales a medias estadísticas es porque imaginamos que las mismas tienen el poder de evidenciar una realidad en la que se pueden conjugar el ser y el deber ser.

Normales son los hechos que presentan las formas mas generales y lo otro tendrá el nombre de mórbidos o patológicos. El tipo normal se confunde con el tipo medio y toda desviación con relación a esta marca de salud es un fenómeno mórbido. Siendo así es por relación a una media estadística pensada como valorable que lo “normal” adquiere su doble significado de tipo y valor. La media aparece como una extensión, a través de lo cual la norma se exhibe, se hace explícita. Indica la regla pero es al mismo tiempo aquello que permite que esta se multiplique, en la medida que se presenta como un modelo concreto que puede y debe ser perseguido por otros.
Así, las medias y constantes estadísticas exhiben las normas sociales, y establecen un puente neutral que vincula al “ser” con el “deber ser”.

En lo normal y lo patológico, Canguilhem invertirá esta suposición y afirmará que, no es la media lo que establece lo normal sino que es preciso considerarla como la expresión de Normas colectivas de vida que son histórica y socialmente cambiantes. Esto implica afirmar, que a través de la variación de las normas sociales y vitales se producen oscilaciones en las medias estadísticas que consideramos como constantes. Así, esas medias podrán ser indicadores de aquello que ocurre en una determinada sociedad y en un cierto momento histórico, pero difícilmente podrán asumir el estatuto de un criterio de demarcación entre estados sociales a ser caracterizados como normales o como patológicos.


5- Conclusiones.

Para que exista “intención normativa” es preciso negar la existencia de un “punto cero” libre de conflictos. Es preciso que exista algo indeseado o peligroso; algo que nos hable de desvíos futuros o perturbaciones eventuales.
La intención normativa debe ser precedida necesariamente por riesgos existentes que apuntan para riesgos futuros a ser “prevenidos”. Para que lo normal pueda ser normativo es preciso que exista su otro, su contracara negativa y oscura.

Para que la salud pueda resultar inteligible y deseable, es preciso postular la mediación que el dolor y el sufrimiento imponen. Se atribuye al propio ser vivo, considerado en su polaridad dinámica, la responsabilidad de distinguir el punto en que comienza la enfermedad.

Para cada uno de nosotros, considerados como sujetos individuales y concretos existe una frontera precisa que separa la enfermedad de la salud, una frontera que no tiene rigidez de un padrón regulativo para todos los sujetos. Ella posee, al contrario, la flexibilidad de una norma que se transforma en relación a las condiciones individuales. De ese modo es claro que el límite entre lo normal y lo patológico se torna impreciso. El individuo es quien evalúa esa transformación, porque es él quien sufre las consecuencias, en el momento en que se siente incapaz de realizar las tareas que su situación le impone.



Bibliografía.


Canguilhem, Georges: Lo normal y lo patológico.


Durkheim, Emile: Las Reglas del Método Sociológico.


Foucault, Michel: Los anormales.


Marité Colovini: Lo normal y lo patológico. Notas y apunte de clases.


Panel: Cartel y formación del Analista
Fuente: www.escuelafreudiana.arg.org

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