jueves, 9 de octubre de 2008

::EL LUGAR DE LA MIRADA EN PSICOANALISIS.

NATALI MORALES
“La mirada da cuerpo a lo que falta en todos los objetos visibles y es pues, causa de la actividad de la vista, porque lo que se ve nunca es lo que se quiere ver. Como objeto de la pulsión, como objeto perdido, la mirada no es lo que yo veo cuando me miro en el espejo, pues el espejo me restituye mi ojo, no mi mirada. Aún siendo invisible, antinómico incluso a la visión, sin embargo, el punto donde yo soy mirado está en lo visible. La mirada no es la mirada del sujeto, (…) es el goce del acto de ver en tanto que imaginado en el campo del Otro: extraída, vuelve posible la visión clara y distinta, pero hace de mí un ser mirado.”
Alfredo Zenoni.

Al comenzar a trabajar en el cartel sobre la función de la palabra en la clínica, me quise informar sobre el lugar que ocupa la mirada, no solamente en análisis, sino en la teoría psicoanalítica.
Me intereso hacer un recorrido por la mirada como parte constitutiva de nuestra subjetividad y a la vez como fundamental en el análisis, ya sea en el diván o cara a cara con el analista y poder ver cual es el lugar de la mirada en la transferencia.
Es por eso que el fin de mi trabajo es un recorrido por diferentes textos para poder bordear el lugar que ocupa la mirada en el sujeto.

La primera referencia que voy a hacer antes de comenzar, se debe a que mirar no es lo mismo que ver. La mirada va más allá de la visión, tiene que ver con una implicancia del sujeto, es como una parte invisible al ojo. Cuando nos referimos a ver, estamos hablando de una función del yo, es lo que el yo ve, y a la vez se reconoce. En cambio la mirada, surge y se consume como acto a partir del campo del Otro, nos capta como imagen y nos toma. Ya no parte del yo, sino que lo sorprende. La mirada viene a corromper el fondo imaginario de la visión yoica.
Esto es lo que Lacan se refiere cuando habla de la esquizia entre la mirada y el ojo.
Esta separación, permite agregar al campo de las pulsiones, la pulsión escópica, y como objeto de la misma, a la mirada. La diferencia fundamental que Lacan hace de esta pulsión y de la pulsión invocante, que son las que él propone, con las otras dos, la anal y la oral, es que las primeras se relacionan con el deseo del Otro, mientras que las otras dos con la demanda.

En su primer seminario en 1953, Lacan cita a Sartre para mencionar este tema. En ese primer momento concuerda con lo dicho por el autor y sostiene que la mirada proviene de un otro que se encuentra en el exterior.
Según Sartre cuando percibimos, estamos mirando, pero no mirando objetos, sino que esta mirada tiene que ver con tener conciencia de que somos mirados. Es decir, somos vulnerables por el simple hecho de que me encuentro sin defensa al ser visto, soy objeto para un sujeto y es por eso que surge en mi la vergüenza.
Para este autor, no son los ojos lo que me miran, sino otro ser en cuanto sujeto, y eso me sorprende porque cambia mis perspectivas y me ordena desde el punto de vista desde donde soy mirado.
Lacan, le da importancia a la separación que Sartre hace de la mirada y los ojos para poder situar a la pulsión escópica. “En tanto estoy bajo la mirada, ya no veo el ojo que me mira, y si veo el ojo, entonces desaparece la mirada”[1]
En el seminario de 1964, Lacan se divorcia de la idea sostenida por Sartre, ya que dice que la mirada no proviene del exterior y que no tiene que ver con ser mirado-visto por otro, sino que es una mirada imaginada que proviene del campo del Otro. Y por otra parte, que no es la mirada la encargada de organizar la percepción, sino que al contrario, la desorganiza.
Es decir, siguiendo a Nasio: “El mirar es un circuito interno en nosotros. Es un circuito que no tiene objeto exterior sobre el cual practicarse.”[2]

Anteriormente, Freud en un texto del año 1910, sitúa, a mi entender, esta separación y este circuito interno, es así que dirá: “el placer sexual no se anude meramente a la función de los genitales; la boca sirve para besar tanto como para la acción de comer y de la comunicación lingüística, y los ojos no solo perciben las alteraciones del mundo exterior, importante para la conservación de la vida, sino también las propiedades de los objetos por medio de los cuales estos son elevados a la condición de objetos de la elección amorosa: “sus encantos”[3]
En este texto, donde ya introduce el concepto de pulsiones yoicas, hace referencia a la represión como encargada de perturbar el vínculo ojo-ver con el yo y la conciencia en general.
En el texto “Fetichismo” (1927), Dice: “[…] el brillo (glanz) en la nariz, era en verdad una mirada en la nariz (glance), en consecuencia, el fetiche era la nariz a la que por los demás el prestaba a voluntad esa particular luz brillante que otros no podían percibir.”[4]
Lo que quiero decir, es que el campo en el que se produce la segregación o la escisión del yo del fetiche es el campo escópico, allí se presenta y llama la atención ese brillo que sorprende al yo, podríamos decir que lo fascina, es desde ese lugar donde se funda la mirada, lugar que se remite a la infancia.
El fetichismo logra despertar un interés particular sobre la mirada, pero a la vez siempre dentro del campo del lenguaje, ya que es el análisis de la frase: Glanz-Glance.
Siguiendo a Assoun, desde el punto de vista imaginario: “la mirada se cruza con la perversión en un doble concepto: por una parte, por el hecho de que la perversión se origina en una detención de la imagen, verdadera escena originaria escópica, por la otra, en cuanto que, a partir de esta paralización, vuelven a animarse las potencias de la fetichización y la seducción, lo que hace del perverso un artista en imágenes”[5]
El fetichismo es una manera de ver cómo se nos presenta el campo escópico y como se relaciona este con la presencia del Otro.
Siguiendo a J. D. Nasio: “es el otro el que me refleja las imágenes. Si se acerca una persona y la miro, trato de fijar los ojos en su cara, siento que me mira y me siento atrapado por el mirar. (…) una mirada del otro hacia mi tiene valor porque en los ojos del otro se refleja la luz que viene hacia mi como un brillo que me atrapa”[6]

Pero volvamos a un principio ¿Cómo se instaura la mirada en el sujeto? Nos remontamos a la primera experiencia con otro, a la primera mirada que proviene del otro, la mirada de la madre, o de quien este ocupando la posición materna.
Foulkes en relación a esto, habla de la mirada como nominación, como manera de nombrar a un sujeto.
En este momento la importancia del significante sobre el cuerpo humano es fundamental, ya que siguiendo a este autor, en la mirada de la madre (guiada por su deseo) se debe hacer presente el significante del nombre del padre.
“es que ahora el niño requiere una mirada que lo funde en un imaginario mas allá de lo visible y del espejo, que permita que esa imagen tenga la consistencia de la determinación significante que se produce con la significación, ya no solo el significado, del nombre propio”[7]
Esto concierne a la interrupción del registro simbólico al imaginario, instaurado por Lacan en “El estadio del espejo”, y que en “función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” retoma.
Lacan dice que el nombre del padre es donde se debe reconocer el sostén de la función simbólica: “[…] esta concepción nos permite distinguir claramente en el análisis de un caso, los efectos inconcientes de esa función respecto de las relaciones narcisista, incluso respecto de la reales, que el sujeto sostiene con la imagen y la acción de la persona que lo encarna…”[8]
Para poder alcanzar esta significación, la mirada debe constituirse como pérdida. Si la mirada no esta perdida, no existe posibilidad de acceder a la nominación real del cuerpo. La mirada se pierde para aquel sujeto barrado en su inconsciente, se produce con esto la captura significante del sujeto.
Ahora bien, esa falta se produce a través de la castración. Lacan dirá que la mirada se presenta bajo una contingencia simbólica de la falta constitutiva de la angustia de castración.
Es decir, la mirada viene a rondar aquella falta en nuestra imagen, falta producida por la angustia de castración. Y ante lo dicho, nos estamos ubicando específicamente en el campo del narcisismo.

La mirada es producto de la relación entre el sujeto y el Otro, relación que se encuentra medida por la angustia de castración y que deja en el sujeto una falta en su imagen. Es por eso que Lacan toma a la mirada como objeto a, como aquel que es causa del deseo, deseo del deseo del Otro, es decir, que el sujeto desea ser reconocido por el Otro.
Solamente que en el campo escópico ese deseo se presenta mas alienado y fantasmatico.
Por lo tanto “la mirada es el objeto a en el campo de lo visible”[9]. Es decir que la mirada no se ve, porque no contiene imágenes que la represente, y acá se instaura la pérdida.
La mirada permite captar la función propia del objeto a.
Esta es aquello que se escapa de la visión, aquello que se desliza, que deja al sujeto en la ignorancia más allá de su apariencia.
La mirada es aquella que permite ir mas allá de lo que se ve. Y el analista se tiene que situar como semblante del objeto a, es decir como causa del deseo del analizante, pero no me quiero explayar más sobre este concepto, solamente decir que semblante se refiere a una manera de apariencia del sujeto hacia otro. “[…] el amor se dirige a un semblante”[10]

En la concepción de la mirada que sitúa Lacan, hace referencia a los tres registros, especialmente como el registro simbólico se relaciona con el imaginario, esto se demuestra cuando hablo del mas allá de la apariencia en el sujeto.
“Desde un principio, en la dialéctica del ojo y la mirada, vemos que no hay coincidencia alguna, sino un verdadero efecto de señuelo. Cuando en el amor, pido una mirada, es algo intrínsicamente insatisfactorio, y que siempre falla, porque nunca me miras desde donde yo te veo.”[11]
Este señuelo que hace referencia Lacan, tiene que ver con que el sujeto se presenta distinto de lo que es, y que, lo que le dan a ver no es lo que quiere ver.
Acá se da la distinción entre lo imaginario y lo simbólico. Lo imaginario como el reino de los fenómenos observables que actúan como señuelos y lo simbólico de aquellas estructura subyacentes.
Esto no significa que hay que dejar de lado en la transferencia el campo de lo imaginario, esto seria imposible, lo que hay que hacer es tener en cuenta aquellas apariencias, para poder trabajar y para poder llegar a la realización del análisis.

Creo que es principal el lugar que ocupa la mirada, porque es también parte constitutiva de nosotros y también se pone en juego en el análisis. Aunque es muy particular este tema en psicoanálisis ya que algunos textos hablan sobre su función, y muy pocos sobre el lugar que ocupa en la clínica.
Pero en si es fundamental tener en cuenta a la mirada. Y si no como explicaríamos que en el diván, aunque no tengamos a una persona que enfoque sus ojos hacia nosotros, igual nos sentimos mirados. Ahí la mirada esta trabajando, igual que en entrevistas cara a cara con el analista la mirada que sentimos que nos observa no es la misma que parte de los ojos del analista y así, viceversa. Con el analista puede pasar lo mismo, y esta mirada puede jugar como una resistencia para la transferencia y no lograr que el análisis siga adelante.
En el dispositivo analítico, aparte de hablar y de hacer discurso, como lazo social, se mira.
Si decimos que la mirada se relaciona con el deseo del Otro y que la transferencia se constituye con el saber del otro, el poder del otro y el deseo del otro, estamos diciendo que la mirada cumple un papel importante en la transferencia.
“En tanto el amor es engaño, la verdad queda en el lugar del Otro y así, detrás del amor de transferencia hay una afirmación del lazo del deseo del analista con el deseo del paciente. El analizante, al querer hacerse digno de ese amor, presentifica al analista en el lugar del otro como ideal del yo, según un trazo distintivo desde el que el sujeto se posiciona para verse amable”[12]
La mirada se encuentra y funciona dentro del campo del lenguaje, y es con las palabras y con los silencios en que aparece, en que se hace visible.





Bibliografía:

· Assoun. P. L. “Lecciones psicoanalíticas sobre la mirada y la voz” Nueva visión. Buenos Aires. Argentina. 2004.

· Colovini. M. “Acerca del sujeto supuesto al saber”. clinicayactualidad@blogspots.com.

· Evans, D. “Diccionario introductorio del psicoanálisis lacaniano” Paidos. Buenos Aires. Argentina 2005.

· Foulkes, E. “El saber de lo real. Una reflexión sobre la clínica de la psicosis y el fenómeno psicosomático” Ediciones Nueva visión. Buenos Aires. Argentina 1993.

· Freud, S. “La perturbación psicógena de la visión según el psicoanálisis” T.XI. Amorrortu Editores. Buenos Aires. Argentina. 1999.

· Freud. S. “Fetichismo” T.XXI. Amorrortu Editores. Buenos Aires. Argentina. 2006.

· Lacan. J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” siglo XXI. Buenos Aires. Argentina. 2005.

· Lacan, J. “Los escritos técnicos de Freud”. SEM 1. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 2006

· Lacan J. “La Angustia”. SEM 10. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 2007

· Lacan. J. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” SEM 11. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 2006.

· Nasio. J.D. “La mirada en psicoanálisis”. Gedisa Editorial. Barcelona. España. 2001.
[1] [1] Lacan. J. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” SEM 11. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 2006. Pp. 91
[2] Nasio. J.D. “La mirada en psicoanálisis”. Gedisa Editorial. Barcelona. España. 2001. Pp. 136
[3] Freud, S. “La perturbación psicógena de la visión según el psicoanálisis” T.XI. Amorrortu Editores. Buenos Aires. Argentina. 1999. Pp. 273
[4] Freud. S. “Fetichismo” T.XXI. Amorrortu Editores. Buenos Aires. Argentina. 2006. Pp. 147.
[5] Assoun. P. L. “Lecciones psicoanalíticas sobre la mirada y la voz” Nueva visión. Buenos Aires. Argentina. 2004. Pp. 141.
[6] Nasio. J.D. “La mirada en psicoanálisis”. Gedisa Editorial. Barcelona. España. 2001. Pp. 79
[7] Foulkes, E. “El saber de lo real. Una reflexión sobre la clínica de la psicosis y el fenómeno psicosomático” Ediciones Nueva visión. Buenos Aires. Argentina 1993.Pp.141
[8] Lacan. J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” siglo XXI. Buenos Aires. Argentina. 2005. Pp. 268
[9] Lacan. J. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” SEM 11. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 2006. Pp. 111
[10] Evans, D. “Diccionario introductorio del psicoanálisis lacaniano” Paidos. Buenos Aires. Argentina 2005. Pp. 172
[11] Lacan. J. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” SEM 11. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 2006. Pp. 109
[12] Colovini. M. “Acerca del sujeto supuesto al saber”. clinicayactualidad@blogspots.com.

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