sábado, 11 de octubre de 2008

::Désir sobre deseo.

NÉSTOR DESTÉFANIS
¿Qué ha de ser el deseo del analista para que opere de manera correcta? J. Lacan; Sem. XI; 1964.
Este cartel se inició en torno a una pregunta… ¿qué del deseo del analista implica[1]…? y giró en las sucesivas reuniones por encausar ese no-saber en torno a un tema que nucleaba y cuestionaba en un momento específico de la formación, para finalizar en lo que es –desde una perspectiva muy personal- un punto que circunscribe un poco la cuestión: se trata de un enigma, pero no en el sentido de aquello de lo que no se pueda teorizar o hacer uso, tampoco como una cuestión de entelequia lacaniana difícil de circunscribir, sino que el deseo del analista hace al enigma -en diferentes planos- una función operativa que: en la experiencia de análisis sostiene una praxis y permite que se pueda hablar de una cura, es decir hace a los efectos de la práctica; con respecto al lugar del analista en ese dispositivo solicita a que la intervención sea de corte, como única forma de posibilitar un efecto sujeto en la construcción de la transferencia; por último aquel enigma se encuentra también al final del análisis en tanto la autorización se da con el giro de la posición de analizante a analista, y un rasgo singular de invención hace de pase.


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Quién se pueda decir que es analista que arroje la primera piedra; quien pueda definir qué es ser un analista, que escriba un diccionario; quien se haya postulado a sí mismo “éste es mi deseo”, que lo encierre en un museo… el Psicoanálisis se ejerce en tanto es una praxis discursiva según lo define Jacques Lacan en el Seminario excomulgado, una y mil veces puede ser necesario decirlo, y por otro lado el deseo está articulado, no es articulable y entonces ¿qué decir de algo que aparece solo articulado con respecto a un lugar desde donde se ejerce pero no se define? El psicoanálisis no se presta a saberes enciclopedistas, ni a clasificaciones baratas y simplistas, tampoco favorece en mucho, según el humilde criterio de quién escribe, una cronología artificial cuando en realidad lo requerido es un acto de lectura que recorra conceptualmente vaivenes del pensamiento que en el ir venir van bordeando la Cosa, circundando el agujero. En principio, sin lugar a dudas, y para acercarse un poco, se trata de désir … de deseo.
Se trata del deseo, pero de un deseo particular, de un deseo advertido, en tanto circunscripto al dispositivo de análisis y en cuanto pueda hacer uso del él, desde el lugar asimétrico que encarna con respecto a su paciente, el analista. Es un deseo de alguien que ha hecho un recorrido, pero no por eso sabe sobre el otro. Lacan en el Seminario X, increpa a su asamblea y les pregunta palabras más, palabras menos ¿a quién resguardan de la angustia, a Uds. o a sus pacientes? Pregunta que queda en suspenso a lo largo del mismo.
Dos fórmulas recorren dicho seminario y aproximan al tema. Por un lado Lacan puntúa a la angustia como médium, media o intermedia, pero no mediadora, entre el goce y el deseo, y por otro lado explicita que es el amor el que hace condescender el goce al deseo[2].
Ambas explicitan lo que el análisis posibilita, y lo que del mismo se vuelve eficaz frente a un real, frente a un imposible.
Es necesario pasar por ese punto de angustia en el análisis, para que en su trasfondo se vislumbre el objeto a y después sea posible encontrarse con el deseo. Si la angustia es lo que no engaña, lo es en tanto empalma con un real, en tanto siempre se le escapa el objeto o hace surgir un objeto muy particular: el objeto a como un real irreductible (así es trabajado por Lacan a la altura del Seminario X, posteriormente lo denominará un falso real) que representa al sujeto como pérdida. Si la angustia es señal del yo que advierte de algo [etwas] al sujeto, advierte de una incertidumbre basal, de una conmoción frente al deseo del Otro, en tanto no sé qué objeto soy para ese Otro que se aparece amenazante. Ahora bien, la pregunta a realizarse sería ¿qué ocurre cuando esa angustia frente al deseo del Otro, es en realidad frente al deseo del analista, en tanto éste sostiene su deseo en la dimensión propia de la categoría que se está trabajando? Se podría establecer que aquí el deseo del analista es lo que permite justamente ir más allá de la angustia en el análisis, o sea superar el muro de la angustia. Es lo que permite seguir el camino de ésta para que en la insistencia de una demanda que se repite y se repite, una vuelta en más o una vuelta en menos implique que allí hubo efecto sujeto. A su vez, este efecto sujeto requiere de un acto de lectura[3] que se posibilita cuando el analista no responde a la demanda, puntúa la insistencia, que el sujeto a través del yo pueda reconocer de lo que se trata. Lacan hace resonar el tema en cuestión con las siguientes palabras:
“¿Qué representa el deseo del Otro en tanto que sobreviene por este rodeo? Es ahí donde la señal adquiere todo su valor. Si bien se produce en un lugar que podemos llamar topológicamente el yo, concierne ciertamente, a alguien distinto. […] Si se enciende en el yo, es para que el sujeto sea advertido de algo, a saber, de un deseo, o sea de una demanda que no concierne a ninguna necesidad, que no concierne a nada más que a mi propio ser, es decir que me pone en cuestión. Digamos que me anula. […] se dirige a mi, si ustedes quieren, como esperando, y, mucho más todavía, como perdido. Solicita mi pérdida para que el Otro se encuentre en ella. Es eso la angustia. […]En realidad, [el deseo del Otro] ni me reconoce, ni me desconoce […] Él cuestiona, me interroga en la raíz misma de mi propio deseo como a, como causa de dicho deseo y no como objeto. Y como es eso a lo que apunta, en una relación temporal de antecedencia, no puedo hacer nada para romper esa captura, salvo comprometerme en ella. […] Esta dimensión temporal es la de la angustia, esta dimensión temporal es la del análisis. Si quedo capturado en la eficacia del análisis, es porque el deseo del analista suscita en mí la dimensión de la espera."[4]
Se produce entonces, un recubrimiento entre dos faltas, un empalme entre dos vacíos que en la superposición se vuelven compactos. El deseo del analista como falta-en-ser sale al encuentro -es decir que implica actividad- de aquello que cojea en el discurso del paciente. Busca la causa, pone una x de suspenso en aquello que en el discurso es falta, falla o tropiezo. “El propósito de esta topología es que perciban cuál es el punto de disyunción y de conjunción, de unión y de fronteras, que solo puede ser ocupado por el deseo del analista” [5] aclara Lacan en el Seminario XI.
Al segundo principio, que propone al amor como lo que permite al goce condescender al deseo, se lo puede pensar principalmente con respecto al amor de transferencia, como Freud lo postuló. El analista forma parte del síntoma analítico en cuanto sobre él se jugará la realidad sexual del inconsciente. Una de las formas de pensar esta entrada en análisis es ubicar al analista como quien sabe hacer para hurtarle al paciente ese “melón”[6] tan preciado que es el objeto a, objeto que es necesario precisar como construido por el vacío que en su tour la pulsión construye en su sed de satisfacción, pero también como el objeto causa de deseo, es decir, como motor del mismo. Esta escritura e invención de Lacan de aquel lugar donde hay nada, y donde dicha falta es estructural, no pertenece estrictamente ni al sujeto, ni al Otro, sino que es el espacio de intersección y disyunción entre ambos términos. El lugar topológico del objeto a es el de un re-corte, corte de una parte del sujeto en su constitución, es decir, el carretel que va y viene del fort-da -según lo lee Lacan en el Seminario XI–; pero también es un recorte del goce del Otro, en tanto ya no soy un todo para ese Otro. De este objeto tan peculiar, de este objeto a el analista realiza semblant, hace apariencia y con esto presta su figura para encarnar un lugar del Otro a desentrañar en transferencia, para dejarse amar, pero también para pagar. Esto y más aun, expresa en el mismo seminario Lacan contundentemente cuando exclama que “es necesario que el analista tenga tetas”, ahora que tenga tetas no quiere decir que se las deje “chupar”. No hay satisfacción allí, sino se promulgarían plenas posiciones de goce, ni tampoco se basa la eficacia del análisis en una dialéctica de la frustración, sino que cuando el paciente en pleno amor de transferencia se cuestiona qué me quiere este Otro en cualquiera de sus infinitas formas, y mezcladas con ideal, reclamo y/o quejas “¿qué pretende Ud. de mi?”, “¿por qué siempre me tiene que decir que…”, etc; el analista recoge el boomerang lanzado y se lo devuelve como una estacada en la nuca. –“Yo no pretendo nada, yo no quiero ningún ideal para Ud., yo no le propongo ningún objeto en particular para su satisfacción”, sólo le hace ver lo que está diciendo de más en su decir, que cosa en menos ha quedado dicha. De una forma de goce fija desata otras posibilidades libidinales; de una manera de decir, insistente, singular, extrae un significante, a la vez que debe incitar a una elaboración de lo trabajado. Es, por lo anteriormente detallado, que en el amor en transferencia el analista se presta al juego y genera juego -como el muerto en el bridge- ofreciendo un lugar de vacío a ser recorrido. En el Seminario que Lacan le dedica a “El Banquete o sobre el amor” de Platón, expone en concordancia con lo desarrollado hasta aquí sobre esta función que resalta en el amor:
“El amor solo puede rodear esta isla, este campo del ser. Y el analista por su parte, solo puede pensar que cualquier objeto puede rellenarlo. He aquí, donde nosotros, analistas, nos vemos conducidos a oscilar, en ese límite en el que, con cualquier objeto, una vez que ha entrado en el campo del deseo, se plantea la cuestión ¿qué eres tú? No hay objeto que valga más que otro –este es el duelo a cuyo alrededor se centra el deseo del analista”[7].
Frente a la demanda del paciente, no da lugar a pedido alguno, pero tampoco rechaza eso que se dice en la queja o pide en la demanda, sino que da un lugar diferente, ese lugar es el que es permitido por la función del deseo del analista, que es preciso que se tenga en cuenta en cada praxis, y es necesario que se reflexione al respecto en cada analista. Ese lugar acota el goce, lo circunscribe al posible tratamiento del síntoma en su cara real, en la pérdida de goce que el decir conlleva; y en la vuelta del recorrido permite darse cuenta de si se vive, de si se actúa conforme el deseo suscitado.
El analista como semblant de a es una teorización posterior de Lacan, al igual que lo es la teoría de los cuatro discursos, pero al deseo del analista como un vacío, como el lugar de una x, se lo puede tomar como un antecedente directo, y a la vez como un puente a lo que el Psicoanalista francés postulará posteriormente. Específicamente, si se toma en cuenta que en el discurso del analista es el objeto a el que funciona como agente, pero el que produce en esta lógica es el lugar del Otro, es decir, según el discurso del analista, el sujeto dividido. Ahora bien, un análisis no es un discurso, ni mucho menos, y es importante que se destaque que lo que posibilita el movimiento entre discursos es el amor, entendido como de transferencia.
En 1964, es decir al año siguiente del seminario sobre la angustia, Lacan es expulsado y negociado por colegas, por sus compañeros, incluso algunos de sus propios analizantes, abandona la intención de abordar “Los Nombres del Padre” como tópico de su seminario, y escribe –lo escribe oralmente, en tanto hace de su palabra letra para los que vendrán- el Seminario “Los Cuatro Conceptos Fundamentales...”, a la vez que un texto clave para el tema en cuestión “Del Trieb de Freud y del deseo del analista”. En esta época Lacan se está preguntando por cómo debería ser la formación de analistas, por lo que de Freud se entiende o desentiende en la época, por lo que de su propuesta molesta. En fin, en este contexto, el deseo del analista recobra importancia, y Lacan agrega un plus de valor a la categoría en cuestión, en tanto no sólo la ubica como una función operatoria de la que depende la eficacia, la ética, y la dirección a tomar en el análisis, sino que la recubre de una dimensión política y epistémica. No en vano, en dicho Seminario, Lacan postula el inconsciente freudiano como el inconsciente de las histéricas, escribe sobre el deseo de Freud[8] que hizo causa al Psicoanálisis protegiéndolo de un lugar de mística o religión. Al mismo tiempo, empieza a cuestionarse sobre el suyo, desembocando en lo que será La Escuela como comunidad de experiencia, como el lugar donde producir conocimiento y compartir experiencia desde el lugar del analizante, de un analizante que sabe de su falta, es decir de su deseo articulado en su análisis y lo puede poner a motorizar nuevas causas. Algo de esto se puede encontrar en la última frase del seminario XI, donde, no por casualidad, nombra el deseo del análisis, y no del analista. En sus palabras,
“El deseo del análisis no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él. Solo allí puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir.”[9]
Así se pone el deseo del analista como vector de lo que es el fin de análisis y lo que el pase implica para el Psicoanálisis y para el analizante que se enfrenta a ese significante primordial que lo ha marcado. En el escrito nombrado anteriormente, es aún más clara la dimensión política y retoma lo que al pasar y como anticipándose a lo que iba a suceder ya figuraba en “La Dirección de la Cura…, estas son las dos citas en cuestión:
“Pues, lo hemos dicho sin entrar en el resorte de la transferencia, es el deseo del analista el que en último término opera en el psicoanálisis”[10]
“Está por formularse una ética que integre las conquistas freudianas sobre el deseo: para poner en la cúspide la cuestión del deseo del analista”[11]
Ambas citas con seis años de diferencia quedan en íntima relación y denotan un programa que se fue construyendo en Lacan más allá de las dificultades y también sacando provecho de ellas. Si la herencia de un padre son sus pecados, si algo en el deseo de Freud no fue analizado, por una cuestión de imposibilidad, desentrañarlo, sondear en la causa freudiana, lleva a Lacan a despejar de su deseo una categoría clínica, política y epistémica, la del deseo del analista.


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Sin ánimo de concluir, pero sí de recapitular, se sostiene la hipótesis que la categoría el deseo del analista hace por un lado en el plano clínico a una función operativa del lugar del analista como una x, como un enigma, que va al encuentro del deseo inconsciente del paciente; y por otro lado, los vaivenes del pensamiento en Lacan hacen que el deseo del analista recobre su fuerza y potencia propia una vez dilucidado el deseo en Freud y también despejado y puesto en acción el deseo en Lacan, para volverse una herramienta propia de la praxis discursiva que es el Psicoanálisis.


BIBLIOGRAFÍA
· Ariel, A y otros; “Problemas clínicos en la iniciación del tratamiento”; Bs As 1985.
· Belaga, G y otros; “La actualidad del pase”; Ed. Grama; Bs As 2008.
· Eidelsztein, A; “La topología en la Clínica Psicoanalítica”; Ed. Letra Viva; Bs As 2006.
· Freud, S; Obras Completas;“
- TXII, “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” [1914]; Ed. Amorrortu, Bs As 2004.
- TXII, “Recordar, repetir y reelaborar”[1915]; Ed. Amorrortu, Bs As 2004
- TXVII, “Lo ominoso”[1919]; Ed. Amorrortu, Bs As 2006.
- TXX “Inhibición, Síntoma y Angustia” [1926]; Ed. Amorrortu, Bs As 2004.
· Lacan J.; El Seminario;
- Libro VIII, “La transferencia” [1960-1961]; Ed Paidós, Bs As 2003
- Libro X, “La Angustia” [1962-63]; Ed. Paidós; Bs As; 2007.
- Libro XI; “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis” [1964-65]; Ed. Paidós, Bs As 2003.
- Libro XVII; “El reverso del Psicoanálisis” [1970-71]; Ed. Paidós, Bs As 2004.
· Lacan, J; Escritos, Tomo II:
- “La Dirección de la Cura y los Principios de su poder” [1958]; Ed. SXXI; Bs As 2003.
- “Del Trieb de Freud y del deseo del analista” [1964]; Ed. SXXI; Bs As 2003.
· Lacan, J.; Seminario IX, “La Identificación” (inédito) [1961-1962]; Versión de Rodríguez Ponte para circulación interna de La Escuela Sigmund Freud de Bs As.
· Leserre, A; “El deseo del analista, una cuestión de horizonte”; Instituto Clínico de Bs As, Bs As 2005.
· Kait, G.; “La angustia lacaniana y el objeto causa del deseo”; Ed. UNR; Rosario 2006.
· Yankelevich H.; “Lógica del goce”; Ed. Homo Sapiens; Rosario 2002.
[1] Se me hizo saber con buen atino y como producto de una lectura puntillosa, de cierto forzamiento en la forma de preguntarse, por lo que se puede decir que dos puntos se incluyen ¿qué implica el deseo del analista en sus diferentes dimensiones: ética, clínica, política y epistémica?; y también ¿qué implicancia los integrantes del cartel encuentran en el tema?
[2] Se considera que dichas elucidaciones realizadas por Lacan en su 10° Seminario (1963-64) tienen carácter de fórmulas que recorren todo el seminario, por esta razón no se acude a la cita.
[3] Dichas menciones remiten al trabajo que Lacan realiza sobre los toros enlazados en el Seminario IX (inédito) y que Eidelsztein trabaja en “Una topología en la Clínica Psicoanalítica”.
[4] Lacan, J.; El Seminario, Libro X “la Angustia” [1963], Clase XI, pág. 167; Ed. Paidós, Bs As 2006.
[5] Lacan, J.; El Seminario, Libro XI “Los cuatro conceptos…” [1964], Clase XIII, pág 168; Ed. Paidós; Bs As, 2004.
[6] Esta expresión remite al texto “Problemas clínicos en la iniciación del tratamiento”; Ariel y otros, Bs As 1985.
[7] Lacan, J.; El Seminario, Libro VIII “La transferencia” [1960-61], Clase XXII, Pág.440; Ed. Paidós, Bs As 2003.
[8] Dicha cuestión Lacan la venía trabajando ya desde el Sem. II, cuando analiza el sueño de la Inyección de Irma (como un primer mojón que se podría postular), pero en el seminario XI apuesta ya por lo que será su obra, se despega de Freud, pero sin dejar de sostenerse fuertemente en él como base.
[9] Lacan, J.; El Seminario, Libro XI “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis” [1964], Clase XX, Pág. 284, Ed. Paidós, Bs As 2003.
[10] Lacan, J.; Escritos, Tomo II, “Del Trieb de Freud y del deseo del analista” [1964], Pág. 823; Ed. SXXI; Bs As 2001.
[11] Lacan, J.; Escritos, Tomo II, “La dirección de la cura…” [1958], Pág 595; Ed. SXXI; Bs As 2001.

1 comentario:

Mauricio Emilio dijo...

Hola Nestor: tu trabajo me pareció interesatisimo. un recorrido bibliografico muy exhaustivo, con datos del contexto historico en la produccion lacaniana y una articulacion personal muy precisa.
Te felicito. Gracias por el trabajo