lunes, 20 de octubre de 2008

:: La equivocidad de la fórmula Sujeto supuesto Saber

JUAN MANUEL CABELLO
El preludio de este trabajo se halla en el dispositivo del cartel, dispositivo análogo a la clínica psicoanalítica, el cual se asentó en torno a la transferencia. Arribé a la equivocidad de la fórmula Sujeto supuesto Saber mediante los horizontes teóricos que despertó el trabajo en el cartel ya que llegó a conmover los recorridos ya transitados por el tema de la transferencia y fue catalizador de nuevas preguntas. En el trabajo del cartel surgieron discusiones, comentarios, lecturas en conjunto y críticas de textos. Y al momento de elaborar un producto singular surgió, a modo de un motivo musical in crescendo cifrado asimismo como pregunta, la cuestión de analizar la fórmula del Sujeto supuesto Saber en su dimensión de equívoco.
En perspectiva, para hacer un análisis, comienzo por recobrar el modo en que me asedió el problema: ¿Acaso la formulación del Sujeto supuesto Saber acoplada por Lacan entraña la equivocidad? ¿Quizás la articulación que fue sufriendo en el transcurso de la enseñanza de Lacan? ¿Tal vez su forma gramatical? ¿Puede ser la traducción al castellano o las interpretaciones que fue invistiendo? Partiré por rastrear, en el trayecto de la enseñanza lacaniana, las coordenadas dónde enuncia Lacan la fórmula y que difracciones podría provocar, desde el sentido que se le otorgue, en la práctica analítica.
En las primeras clases del seminario “La identificación” (1961) Lacan incorpora la fórmula del sujeto supuesto saber en puente con el cogito de Descartes e inclusive como marca de prejuicio filosófico; esto desbroza una senda que no se cruza aún con la transferencia. En la clase del 15 de Noviembre ensambla la noción, dice: “Puntualizado esto, nos encontramos con que se vuelve a hallar esto, que es im­por­tante, nos encontramos con que se vuelve a hallar ese nivel, ese tercer tér­mi­no que hemos puesto de relieve a propósito del yo miento, a saber, que se pueda de­cir: *yo sé que pienso*, y es­to merece completamente *retenerlos*. En efecto, ahí está pre­ci­sa­men­te el soporte de todo lo que cierta fenomenología ha desarrollado en lo que concierne al sujeto. Y aquí traigo una fórmula que es aque­lla so­bre la cual nos veremos lle­vados a retomar las próximas veces, es la siguiente: Lo que es nuestro asunto, y có­mo nos es dado eso, puesto que somos psicoanalistas, es que debemos sub­vertir radicalmente, volver imposible, este prejuicio, el más radical...y, entonces, es el pre­­juicio que es el verdadero soporte de todo ese desarrollo de la filosofía, del que po­demos decir que es el lí­mite más allá del cual nuestra expe­rien­cia ha pasado, el lí­mi­te más allá del cual comienza la posibilidad del *inconsciente*... es que jamás ha habido, en el linaje filosófico que se ha de­sa­rrollado a partir de las investigaciones cartesianas llamadas del cogi­to, que jamás ha habido más que un úni­co sujeto, que destacaré, para terminar, bajo esta forma: el sujeto supues­to saber.”[1]
Esta formulación, que traza Lacan no sin ironía, interpela al psicoanalista a “subvertir radicalmente” el sujeto supuesto saber enmarcado dentro de la tradición inaugurada por Descartes. Y sostiene que el atravesamiento de este prejuicio, de esta frontera, es la apertura del inconsciente. Sin embargo se suele remarcar que en la entrada a un análisis sobreviene la instalación de la transferencia sólo cuando el potencial analizante le supone saber al analista y que acontecido esto queda abierta la vía interpretativa como función del analista. Acaso esta vía interpretativa esté avalada por el poder sugestivo del discurso amo, lo cual solidifica la figura del analista en una idealización. Por lo tanto quisiera poner en cuestión esta certeza u espejismo que dista bastante de la formulación lacaniana del seminario “La identificación”. Es que el analista no preserva ningún don sobrenatural, ni esta ungido por un aura de exegeta del texto del analizante. El análisis planteado como si se tratara de una labor hermenéutica acabada y justa, el pase mágico que le revela al sujeto el significado secreto de sus ocurrencias, es una distorsión del mismo.
Si la entrada en el análisis acarreó previamente para el sujeto una conmoción del armazón que obtenía de su fantasma y la demanda es concebida por el sujeto mismo de la asociación libre (causa de la enunciación de la regla fundamental y su despliegue) es necesario aislar esa demanda y no colmarla. Freud sostenía que la aparición de los síntomas era aquello que posibilitaba el análisis, el síntoma es también un llamado dirigido al Otro pero para llegar a la instancia de constituir una demanda es necesario que los síntomas con que se presenta el sujeto articulen un enigma, inyecten en él una pregunta que como tal es fermento de una respuesta luego transferida al analista. En este pasaje lógico Lacan reconoció lo que llamó “la paradoja de la transferencia”, es decir, cuando la transferencia opera y es eficaz irrumpen sus efectos de sugestión.
El deseo del analista, como pasión de ignorancia, es el operador central que bloquea la demanda idealizante de amor que induce al sujeto hacia la identificación con el analista. El analista pasa a ser el “objeto a” separador, y el sujeto accede a la vertiente pulsional tomando una posición frente a su objeto.
Con este curso el análisis no apunta al amarre de las identificaciones y al efecto de sugestión productor de sentidos, efecto de la confusión entre el objeto y el Ideal, sino a la mutación subjetiva por el atravesamiento del fantasma que devela finalmente a la pulsión.
En el Seminario 17, "El reverso del psicoanálisis"[2], Lacan formula al discurso amo como el reverso del discurso del analista. El discurso amo contiene el dominio del significante amo ubicado en el lugar del agente, que sostiene la articulación significante y la emergencia de sentido, produciendo un efecto de sugestión por la acción del que toma la palabra sobre el otro (S1---S2). El objeto y el sujeto quedan en disyunción mediante la dirección de desconocimiento del fantasma que imprime el discurso.
Lacan en la Proposición del 9 de octubre de 1967 esgrime que “(…) la transferencia es por si sola objeción de la intersubjetividad”. Mario Bertteo Barberis marca que “Lacan en su momento llamaba con la palabra méprise[3], es decir "equivocación" o “escapismo” (ver pie de página), al único asidero (prise) de una relación que se establece entre dos, que de alguna manera se presenta como uno (un sujeto en cuestión: no hay intersubjetividad) y que refracta en una multiplicidad” [4]. Por esto propone que en lugar de intersubjetividad es intersignificancia (significancia que remite a la característica de engarce de los significantes para entrar en discurso) en tanto se produce esa combinación entre dos o más lalenguas. Por lo tanto lo que requiere el advenimiento del sujeto es la aparición de un significante sin-sentido, irreductible, que lo nombre como tal. A partir de ese significante que alguien emplaza en juego, surge lo que Lacan llama efecto de transferencia, que es el amor de transferencia.
Lacan en el seminario “La identificación” expone su definición axiomática del significante que representa al sujeto para otro significante pero la transferencia aún no esta enlazada al sujeto supuesto saber. Pasado el seminario sobre la angustia, Lacan retoma al final del seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, en un giro que tiene como eje a Descartes, tal fórmula de un modo inédito, dice “¿Quien puede sentirse plenamente investido de este sujeto supuesto saber? No es la cuestión. La cuestión es en primer lugar, para cada sujeto, donde se ubica para dirigirse al sujeto supuesto saber. Cada vez que esta función puede ser encarnada, para cada sujeto, en alguien, quienquiera que sea, analista o no, resulta, de la definición que acabo de darles, resulta, digo, que la transferencia desde ese momento ya está fundada.”[5]
En "Observaciones sobre el amor de transferencia" [6](1914-1915) Freud apunta al fenómeno de enamoramiento dirigido al analista que es a la vez motor de la cura y resistencia. Por lo tanto la transferencia posee dos puntos medulares: la rememoración significante que posibilita la instalación del sujeto supuesto saber y el amor, que constituye la repetición de un acto. Freud advierte que, para no caer en la sugestión, la posición del analista ante la demanda de amor no debe ser otra que la abstinencia. Aún explicitando que este amor, artificio de la situación analítica, no deja de ser legítimamente un amor auténtico. También es la repetición en acto que aparece como ausencia de saber, como factor de resistencia. Es lo que Lacan denomina cierre del inconsciente que se presenta como momento de detención de la dialéctica analítica y la presentificación del modo en que el sujeto constituye sus objetos.
Desde el inicio la escucha está abocada a la telaraña significante, que el sujeto es conminado a secretar a partir del acceso a la regla fundamental; tejido donde ya se hallan los agujeros, aquellos espacios de detención en el que surge la presencia del analista. Freud sostiene que este detenimiento de la cadena asociativa es causa directa de una ocurrencia relativa a la persona del médico. El analista presentifica un objeto que no re-presenta nada, sustraído de mediación simbólica.
Pareciera que la regla de la asociación libre anida la metamorfosis en fallido. Quizás sea un artificio con estructura de paradoja ya que aquello que propicia y enuncia (todo cuanto se le ocurra sin omisión alguna y sin pretensión de coherencia “asociando libremente”), al poco trecho se desbarranca en lapsus, olvidos, expresiones equívocas…que hacen a una mostración[7] del inconsciente y a una experiencia fundamental del análisis.
Ahora bien, pareciera que también es una resistencia el forzamiento a comprender el S.s.S como instancia en la cual el psicoanalista es investido, por el paciente, con el saber y la verdad sobre su síntoma. Esta acepción del término de resistencia la retomo del comienzo de la enseñanza de Lacan cuando transpone la resistencia del lado del analista. Lacan renueva el sentido de la noción de resistencia para focalizarla en el analista en la "Presentación de la traducción francesa de las Memorias de Schreber" (1966) dice ("Intervenciones y Textos 2" [8]) "Ello puede dar una idea de la resistencia que oponen los psicoanalistas a la teoría de la que depende su propia formación.". Esto es, la resistencia del analista a la teoría psicoanalítica. El siguiente fragmento rubrica esta indicación (extraído de "El psicoanálisis y su enseñanza" pág. 420) y dice así: "...lo incompleto de la noción de estos constituyentes en el analista tiende en la medida de su amplitud a confundirse con el límite que el proceso del análisis no franqueará en el analizado."[9] La dirección de la cura, también, se ve eclipsada subrepticiamente por los conflictos inconcientes del analista y los intersticios velados de la teoría psicoanalítica.
La fórmula S.s.S. gramaticalmente también insufle cierta equivocidad que instaura una posición del sujeto en transferencia. El verbo “saber” puede entenderse como transitivo, activo, con un sujeto agente, lo que dota al saber de un complemento de objeto: el sujeto es supuesto saber algo, y la atención se dirige entonces hacia ese algo que es a saber. A la inversa, “saber” puede también entenderse como verbo intransitivo, sin complemento de objeto; deriva en la puesta en cuestión de la existencia de un sujeto supuesto al saber. Ésta fórmula bifronte implica la existencia de un sujeto dividido, latente en ese estado, pero que aún puede ser forjado por el acto analítico. La fórmula se presta de escenario criticando o al menos cuestionando aquello que a la vez autoriza. Lacan, en el trascurrir de su enseñanza, va virando su interpretación en función de está equivocidad.
Entonces el cuestionamiento no se refiere a esa función que encarna el analista de estar en el lugar de Otro (Otro constituido desde la dimensión semántica que ampara la transferencia) sino en identificarse con tal presunción del saber. Como instancia es condición del análisis, que la persona que llega, vierta su creencia de que la verdad sobre su padecer esta “oraculizada” en el analista. Pero lo nodal es que el analista advierta la estructura que subtiende a este acto del analizante. También debemos considerar que Lacan toma este acto como un error subjetivo, una ilusión por parte del sujeto, inmanente al hecho de que entró en el dispositivo analítico y de que ha sellado su “pacto inicial”[10]. Es decir, que este error subjetivo es soporte de la transferencia, y el pacto inicial se va renovando en cada intervención del analista que puja por precipitar el “supuesto del inconsciente” mostrado como un saber en acto. David Nasio detecta que el supuesto está "ya allí... como a la espera del acontecimiento".
Lo relevante o tal vez lo que toma un relevo en la situación analítica es la función del analista que de pasar a encarnar al objeto inducido por la transferencia, es decir, de ser lo que representa algo para alguien, tenderá a que el analizante forje “el signo de la falta de significante”. El analista es reclamado en ese lugar de falta (semblante de objeto a), si el S.s.S. fue aquello de lo que pendió el deseo del analizante concluye desplomándose. Y el analista cae como resto, puro objeto “a”, precipitado a causa del deseo del analizante.
En el discurso llamado "La equivocación del sujeto supuesto saber" enunciado en el Instituto Francés de Nápoles, el 14 de diciembre de 1967.[11] Lacan señala: “En efecto, la posición del psicoanalista está suspendida a una relación muy hiante…En la estructura de la equivocación del sujeto supuesto saber, el psicoanalista (pero ¿quién es y dónde está y cuándo está, agote usted la lira de las categorías, es decir, la indeterminación de su sujeto, el psicoanalista?), no obstante, debe encontrar la cereza de su acto y la hiancia que hace su ley.”
Lacan a través de su búsqueda y enseñanza intento dar cuenta de la constitución del sujeto. Y destacó que la estructura del significante se soporta en su pura diferencialidad: el significante vale por lo que no es, en la medida en que es lo que los otros no son. La positivización de esa negatividad, independiza al significante de cualquier sustancia, al tiempo que le confiere la curiosa materialidad de una estructura esencialmente localizada que sustenta su diferencialidad.
Si lo que está en juego en el significante es el plano de los efectos de sentido, y si la repetición de un mismo significante engendra sentidos diversos, el significante se evidencia diferente de sí mismo en el acto de su propia repetición. La propagación de las consecuencias de la negación del principio de identidad, desestabiliza cualquier posibilidad lógica de totalizar el conjunto de los significantes. El Otro está entonces barrado, ya sea por su incompletud (la falta de un significante que consumaría el universo de la significación), ya sea por su inconsistencia (cuando esa completud es asegurada por la inclusión de un elemento heterogéneo). Así, a partir de la estructura diferencial del significante se trata de cernir la constitución de un sujeto que no sabría identificarse a él, sino a condición de excluirse.
En la cadencia final de este escrito retomo el título original con el que Lacan anunció su Seminario sobre La transferencia: “La transferencia en su disparidad subjetiva, su presunta situación, sus excursiones técnicas”, este título habla de un trayecto que podría retornar en el abordaje del Sujeto supuesto Saber, es decir, rectificar la posición del S.s.S sobre ciertos vectores: que no hay intersubjetividad sino “imparidad subjetiva” en la situación analítica, a su vez tal situación como presunta en tanto “entramado ficcional” (la dimensión de engaño que sujetó el despliegue de la transferencia) y las excursiones técnicas ya que debemos emprender toda una escabrosa excursión teórica contorneando la noción del S.s.S. y en cada “posta teórica” debemos remitirnos a la experiencia psicoanalítica. Espero haber compuesto alguna obertura para tal obra en esta mínima excursión sobre la equivocidad del Sujeto supuesto Saber.
Referencias Bibliográficas

-Braunstein, Néstor “Constancia del psicoanálisis” Nestor A. Braunstein, Frida Saal, Pedro Oyervide Crespo, etc. Editorial Siglo XXI, 1996.

- Freud, Sigmund Tomo XII "Trabajos sobre técnica psicoanalítica", Editorial Amorrortu, 2004.

-Lacan, J. Seminario IX “La identificación” (1961-1962), inédito, traducción de Rodríguez Ponte para la Escuela Freudiana de Bs As.

-Lacan, J. Seminario XXIII (1975-76) “El sinthome”, Editorial Paidós, 2005.

-Lacan, J. Seminario XVII (1969-70) “El reverso del psicoanálisis”, Editorial Paidós, 2005.

-Lacan, J. Seminario XI “Cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Editorial Paidós, 2005.

-Lacan, J. Seminario XXVII inédito "Dissolution” (1980).

-Lacan, J. “La equivocación del sujeto supuesto saber” En: VVAA. Momentos cruciales de la experiencia analítica, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1987.

-Lacan, J. "La dirección de la cura y los principios de su poder" (1958), Escritos, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.

-Lacan, J. “Escritos I”, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.

-Miller, J.A. “Intervención en las Jornadas de estudios de la ECF 2006”. Trascripción y notas de C. Bonningue. Texto digital disponible en: www.elp-debates.com/e-textos/nuestroSsS-JAMiller.prn.pdf.

-Miller, J.A. “Entre semblante y real” expuesto en el Seminario hispano de Caracas en 1992.

-Nasio, Juan David “El sujeto-supuesto-saber”, en La voz y la interpretación, Editorial Nueva Visión.

-Nasio, Juan David “Topologería introducción a la topología de Jacques Lacan”, Editorial Amorrortu, 2007.

-Saal, Frida “Palabra de analista”, Editorial Siglo XXI, 1998.

[1] Lacan, J. Seminario IX “La identificación” 1961-1962, inédito, traducción de Rodríguez Ponte para la Escuela Freudiana de Bs As, clase del 15 de Noviembre.
[2] Lacan, J. Seminario XVII (1969-70) “El reverso del psicoanálisis”, Editorial Paidós, 2005.
[3] Miller (En el artículo “Entre semblante y real” expuesto en el Seminario hispano de Caracas en 1992) señala que la palabra equivocación no traduce de manera adecuada la palabra francesa "meprise". Dice que prise significa captura, toma, presa y meprise se refiere a lo que se escapa, a ese esfuerzo de captura, y que la mejor traducción es el escapismo del sujeto supuesto saber, lo que escapa al sujeto supuesto saber, el analista está determinado por algo que escapa, un punto de fuga. En la formación analítica la relación con el saber no es de captura, sino de imposibilidad de cernir todo, la imposibilidad de capturar todo saber, un agujero en el saber, hay una falla, un vacío sobre el que se asiente la posición del analista. Ello implica un punto de fuga. Es así que en el trayecto de formación se encuentra con el nombre del padre y el sujeto supuesto saber, que son dos maneras distintas de cubrir este vacío, la hiancia en la cual está suspendida la posición del analista.
[4] Mario Bertteo Barberis “La puerta de la equivocación” artículo publicado en http://mariobto.blogspot.com/2006/10/la-puerta-de-la-equivocacion.html.
[5] Lacan, J. Seminario XI “Cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Editorial Paidós, 2005.
[6] Freud, Sigmund “Observaciones sobre el amor de transferencia", “Trabajos sobre técnica psicoanalítica”, Tomo XII, Editorial Amorrortu, 2004.
[7] “La introducción de la topología por Lacan en la década de 1960, en particular las elaboraciones recientes sobre los nudos, constituye, en mi opinión, una tentativa de aprehender lo real con recursos imaginarios y, más que imaginarios, fantasmáticos; recursos que llamare artificios topológicos. Esta manera de abordar la topología, que tiene más relación con el dibujo que con el cálculo, con la pizarra que con el papel, con la mostración que con la demostración , contraria la creencia según la cual hacer topología es, para los analistas, hacer ciencia. Para trazar una línea de demarcación entre la topología clásica y la nuestra habría que proceder como en el caso de la lingüística e inventar un nombre, por ejemplo: topologería” Nasio, J.D. “Topologería introducción a la topología de Jacques Lacan”, Editorial Amorrortu, 2007.
[8] Lacan, Jacques "Presentación de la traducción francesa de las Memorias de Schreber" págs. 31-32, (1986) en "Intervenciones y Textos 2".
[9] Lacan Jacques, "El psicoanálisis y su enseñanza" pág. 420, Escritos I, Editorial Siglo XXI, Bs. As. 2003.
[10] En “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” Lacan dice: “De hecho esa ilusión que nos empuja a buscar la realidad del sujeto más allá del muro del lenguaje es la misma por la cual el sujeto cree que su verdad está en nosotros ya dada, que nosotros la conocemos por adelantado, y es igualmente por eso por lo que está abierto a nuestra intervención objetivante. Sin duda no tiene que responder, por su parte, de ese error subjetivo que, confesado o no en su discurso, es inmanente al hecho de que entró en el análisis, y de que ha cerrado su pacto inicial. Y no puede descuidarse la subjetividad de este momento, tanto menos cuanto que encontramos en él la razón de lo que podríamos llamar los efectos constituyentes de la transferencia en cuanto que se distinguen por un índice de realidad de los efectos constituidos que les siguen.” Escritos I, Editorial Siglo XXI, 2003.
[11] Lacan, en 1967, año que inicia el Seminario del Acto Analítico, escribe la "Proposición" y en diciembre redacta un texto llamado "La equivocación del sujeto supuesto saber" en consonancia con la preocupación por la formación del analista. Lacan, J. “La equivocación del sujeto supuesto saber” En: VVAA. Momentos cruciales de la experiencia analítica, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1987. p.32.

:: LA TRANSFERENCIA

LARA VAZQUEZ
INTRODUCCIÓN

Al comienzo del año nuestra profesora de Clínica 1A, Marite Colovini, nos propuso trabajar a partir de un nuevo dispositivo, al menos para mí, el dispositivo del cartel. Es un dispositivo de origen lacaniano, en el cual operan los tres registros y tiene como finalidad un producto. Es un modo de trabajo de grupos de psicoanalistas. Para que funcione debe estar formado por un mínimo de tres y un máximo de cinco personas, por fuera del grupo debe haber un miembro que se denomina el Más Uno; tiene como función destrabar en momentos de estancamiento de producción en el cartel o interferir en el caso de haber algún conflicto operando de manera interpretativa y rescatando la subjetividad de cada integrante para que no se forme una masa y se conserve el grupo de trabajo.
La experiencia del cartel me resultó diferente a las formas habituales de cursar una materia curricular, es un dispositivo que permite interrogarse, profundizar sobre un tema, y leer los textos desde otra perspectiva y poder tomar una posición.
Para el tema del cartel elegimos la unidad temática 4: la transferencia.
Elegí este tema porque me parece que es un elemento distintivo del psicoanálisis con respecto a otras prácticas. Es un concepto clave, es el centro de la práctica analítica. Es un modo exclusivo de producción del psicoanálisis.

LA CURA ANALÍTICA REVELA LA TRANSFERENCIA

Freud utilizó por primera vez el término francés «transfert» [transferencia] en 1888, en su artículo sobre la histeria para el diccionario médico de Villaret: designó de ese modo el desplazamiento del síntoma histérico en el cuerpo. Pero es en Estudios sobre la histeria (1895) donde la transferencia (Übertragung), comparada a un falso enlace, adquiere la acepción que conserva hasta hoy: la de implicación del analista en el psicoanálisis de un sujeto.
Entonces “Estudios sobre la histeria”, de 1895, se podría decir que es el primer acercamiento de S. Freud al concepto de transferencia. El fracaso de J. Breuer en el tratamiento catártico que empleaba con una paciente joven conocida como Anna O, lleva a Freud a abandonar la hipnosis. La historia de esta paciente es uno de los mitos fundadores del psicoanálisis, es quien llama “cura de la chimenea” al tratamiento que se realizaba con las palabras.
Freud se da cuenta que las pacientes transferían sobre la persona del medico representaciones inconcientes: “el contenido del deseo aparecía primeramente en la conciencia de la enferma sin ningún recuerdo de estas instancias ambientales que hubieran hecho referirlo al pasado. Entonces el deseo presente, en función de la compulsión a asociar que dominaba en la conciencia, se ligaba a una persona que ocupaba legítimamente los pensamientos de la enferma; y , como resultado de esta unión inadecuada que yo denomino falsa conexión, se despertaba el mismo afecto que en otra época había impulsado a la paciente a rechazar este deseo prohibido”.
La transferencia era un caso particular de desplazamiento del afecto de una representación a otra, se consideraba como un fenómeno localizado y no formaba parte del tratamiento propiamente dicho.
Más tarde, en “el caso Dora”, Freud se pregunta que son las transferencias y responde que son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza se manifiestan concientes y que lo característico es la sustitución de una persona anterior por la persona del médico.
Se puede observar el carácter inevitable y automático de la transferencia. El analizante olvida que está en una situación analítica, en sesión, y deposita sobre la persona del médico los afectos que surgen con la asociación libre. Toda la serie de vivencias psíquicas anteriores son revividas, pero no como algo pasado, sino como un vínculo actual con el analista. Esta situación al analista le permita registrar las diversas figuras que puede encarnar para su analizante, desde ahí que le es posible realizar intervenciones.
En esta persona que emprende una cura se desarrolla una dinámica de la transferencia. En 1912 Freud plantea que si la necesidad de amor de alguien no esta satisfecha en la realidad es probable que las porciones de su libido, la susceptible de conciencia y la inconciente, puedan volcarse sobre la persona del médico. Esta investidura se anudará a uno de los clisés preexistentes: todo ser humano recibe en su infancia las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará y las metas que habrá de fijarse. Entonces se inserta al médico en series psíquicas que el analizante forma y responden a las imagos parentales vía regresión; pero la dinámica es actual.
Freud distingue la transferencia positiva y la transferencia negativa. Realizó esta distinción cuando comprobó que la transferencia podría ser el arma más poderosa de la resistencia al tratamiento.
La transferencia positiva se compone de sentimientos amistosos o tiernos que son susceptibles de conciencia, y la de sus prosecuciones en lo inconciente. El análisis demuestra que son de fuente erótica. La transferencia negativa concierne a la agresividad hacia el analista, a la desconfianza. La transferencia sobre la persona del analista no desempeña un papel de una resistencia sino en la medida en que se trata de una transferencia negativa o de una positiva compuesta de elementos eróticos reprimidos. La transferencia esta constituida simultáneamente por elementos positivos y negativos.
En 1915, en «Puntualizaciones sobre el amor de transferencia», Freud aborda el componente erótico del amor de transferencia, es decir, lo que él denomina la transferencia amorosa. Sólo expone una situación ilustrativa, la de una paciente mujer que se enamora del médico-hombre. En el surgimiento de esa demanda de amor la resistencia tiene su participación. Desde hacia un tiempo, Freud había observado en esta paciente signos de transferencia positiva; pero la resistencia empieza a servirse de este enamoramiento para inhibir el proceso de la cura. A esta demanda de amor, a esta «complacencia a entregarse sexualmente», el médico debe responder dejando subsistir la necesidad y el deseo. El analista nunca puede aceptar la ternura que le ofrece su analizante. El analista debe tratar esa transferencia amorosa como algo no real, unreal, como una situación que se atraviesa en la cura, pero que debe ser reorientada hacia sus orígenes inconcientes y esto ayudara al analizante a llevar a la conciencia lo más escondido de su vida amorosa y así poder gobernarlo. Pero, es importante tener en cuenta que este enamoramiento tiene el carácter de un amor auténtico, verdadero. No se puede negar el carácter genuino al enamoramiento que sobreviene en el tratamiento psicoanalítico. Rasgos esenciales de este tipo de enamoramiento: es provocado por la situación analítica; es empujado hacia arriba por la resistencia que gobierna esta situación; y carece de alto grado de miramiento de la realidad objetiva, es menos prudente y menos cuidadoso en sus consecuencias.

LACAN: LA TRANSFERENCIA

En su primera publicación consagrada explícitamente a la transferencia, «Intervención sobre la transferencia» (1951), Lacan desarrolla un análisis de la transferencia de Dora en términos de inversiones dialécticas. Y define: La transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales él constituye sus objetos (Escritos).Plantea también que, interpretar la transferencia es llenar con un engaño el vacío de un punto muerto, ese engaño es útil porque vuelve a lanzar el proceso. Las inversiones dialécticas se producen en una serie discursiva donde hay detenimientos y es ahí donde está la transferencia. Es la intervención de la transferencia la que opera en la inversión dialéctica.
Lacan escribe este trabajo antes de la introducción de los términos de metáfora y metonimia; y toma terminología de Hegel. Reconoce que en un análisis hay alternancias dialécticas marcadas por separaciones, por silencios o fallidos, y que esto tiene relación con lo que Freud decía cuando se detenía por algo la transferencia. Entonces, la transferencia era como una metonimia, como un desplazamiento de sentido. Más tarde va a hablar de la transferencia como metáfora.
En su seminario de los escritos técnicos de Freud deja los términos tomados de Hegel y recurre a la antropología del intercambio. La transferencia está implícita en el acto mismo del habla.
Insiste en la dimensión simbólica de la transferencia, recordando sobre todo que Freud, en La interpretación de los sueños, llama «transferencia» al desplazamiento sobre los restos diurnos de los elementos de los pensamientos inconscientes de sueño que forma parte del «elemento central de la realización de deseo». Lacan compara estos restos diurnos, en sí mismos desinvestidos de deseo, con un alfabeto, con «formas despojadas de su sentido propio y retomadas en una organización nueva a través de la cual puede expresarse un sentido», y por primera vez habla, refiriéndose a ellos, de «material significante».
En este seminario también habla de la función creadora de la palabra y del concepto de análisis.
En el seminario de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis introduce la relación de la transferencia y el sujeto supuesto saber.
La transferencia consiste en la atribución de un saber al Otro en la medida de suponer que el Otro es un sujeto que sabe. “En cuanto hay, en algún lugar, el sujeto que se supone saber, hay transferencia.”
El analizante supone que el analista le puede dar un saber acerca de su síntoma, sobre la verdad de su síntoma. El analista en esta posición adquiere un cierto poder, pero que no tiene que tomar. Esta en juego el deseo, el deseo del analista y el deseo del analizante.
El analista es tomado como objeto libidinal. Lacan toma el tema del amor a partir de Freud pero de manera distinta; y esboza: amo en ti, algo más que a ti, y por eso te mutilo. Lacan habla del otro tomado en pedazos, en cambio Freud habla del amor tomando al otro como objeto completo. Para el analista la mayor dificultad se presenta cuando tiene que tolerar el despedazamiento que produce el amor de transferencia. Es este mismo amor el que lo va mutilando, lo va cortando como objeto.
Sobre la persona del medico es donde se concentra la libido. El analista en su interior guarda ese objeto erótico al cual de identifico el analizante y también guarda el objeto hostil. El analista opera como estos objetos.
BIBLOGRAFIA


FREUD, S. “Estudios sobre la histeria”, tomo II, Obras Completas, Editorial Amorrortu, 1893_1895.

FREUD, S. “Sobre la dinámica de la transferencia”, tomo XII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, 1912.

FREUD, S. “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, tomo XII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, 1915.

LACAN, J. “Intervención sobre la transferencia”, Escritos 1, Editorial Paidos, 1951.

LACAN, J SEMINARIO 1, Los escritos técnicos de Freud, Editorial Paidos, 1953_1954.

LACAN, J SEMINARIO 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanalisis, Editorial Paidos,1964.

CHEMAMA, R Diccionario el Psicoanálisis, Editorial Amorrortu, 2002.

miércoles, 15 de octubre de 2008

:: Lo normal y patológico

MAXIMILIANO MARC
A lo largo de la historia, la sexualidad humana ha conocido numerosas amenazas: desde la condena sin reclamos que incluía cualquier apetito de carne, durante el medioevo, hasta en nuestros días, el difundido espectro del sida. En todos los tiempos, se ha reprimido el sexo de todas las formas posibles. Pero hoy las cosas han cambiado porque ya no nos creemos lo de la cigüeña, ni lo del machismo absoluto, ni aquello de la castidad hasta el matrimonio...

Ahora podemos ver un poco más claramente las mentiras del pasado. Mentiras que, como plantea Focault, se fabricaron para DISCIPLINAR, MOLDEAR, limitar, coartar, dominar, atemorizar, controlar y manipular al ser humano

Sabemos que no todas las culturas ven la sexualidad de la misma manera: en la tradición islámica, por ejemplo, como en otra treintena de países, actualmente aún existen aquellos que les amputan el clítoris sin anestesia a las mujeres, pensando en que la naturaleza ha puesto algo de más o en nombre de una religión o un Dios que crea algo para luego darse cuenta que no tendría que haberlo puesto.
Aquí cabría hacerse algunas preguntas:
¿No será que es para reprimir su goce, su contacto con el placer, su fuerza de vida?, ¿Por qué se le obliga a taparse el rostro a las mujeres musulmanas?, ¿No será que no podemos contener la belleza que nos produce y perdemos el control, las creencias y la fortaleza?, ¿Por qué se condiciona que la gente vaya vestida con dos piezas de ropa a la playa?, ¿Por qué justamente se tapan los pechos y la zona sexual?, ¿Qué tiene de distinto?, ¿No será que un bikini es el sello de una represión?. Porque si mostramos la cara, las manos, los hombros, las piernas...¿Por qué no las zonas sexuales? Los esquimales por ejemplo, ofrecen a la mujer si uno va a su casa como señal de que todo lo que les pertenece lo comparten si eres su invitado, y sin irnos tan lejos, en nuestro país, en muchas culturas aborígenes hay rituales indígenas que para nuestra cultura son delito, como por ejemplo la iniciación sexual de las jóvenes después de la menarca, muchas veces son iniciadas por familiares directos o no directos, siendo para nosotros esto una violación y para estas culturas un ritual

Tenemos que ver que la mente cambia en la visión sexual de unos a otros. Lo que para unos es normal y es natural, otros se rasgan las vestiduras y lanzan la ira contenida. Por ejemplo los judíos antiguos ponían una sábana con un agujero a la altura de los órganos sexuales para colocarla entre ambos cuerpos O sea que está el hombre, la sábana y la mujer… ¿Por qué ponemos distanciamientos? ¿Por qué no puede el cuerpo sudar, vibrar, sentir, estremecerse hasta perder los límites de la mente y abrir las puertas al éxtasis (del griego: “salir de uno mismo”).

Investigando el tema en Internet, me resultó muy interesante la irrupción de la libertad sexual durante la década de los 70. ME sorprendieron las innumerables publicaciones sobre técnicas sexuales durante esa época, podemos preguntarnos que ¿si era preciso escribir tanto acerca de como obtener placer en nuestras relaciones, era precisamente porque ya no sabíamos hacerlo?

Hoy las cosas parecen haber variado un poco. La tarea de educarnos respecto de nuestra sexualidad pasó de los expertos en el tema a los maestros del New Age, pero al parecer aun necesitamos que nos instruyan.
El sexo es un fenómeno natural, adherido a nuestra existencia y también el medio de reproducción de la especie humana. El sexo es la forma en que dos seres pueden sentirse uno a través del deseo que es el puente que los une. El sexo revoluciona nuestra biología constantemente produciendo endorfinas, adrenalina, excitación y también apegos, dependencias, controles.

Cuando las personas están bien sexualmente este bienestar se traduce a otros órdenes de la vida. Socialmente la sexualidad está ligada al estado de ánimo, mas de una vez hemos escuchado frases con cierta ironía como “¿qué pasa, tuviste una mala noche que estás con ese humor?” “¿Qué pasa estás mal atendido/a?”

El tema sexual está a flor de piel en todas las conversaciones, en los medios de comunicación, en las publicidades. Hay hambre sexual.
Mucha gente ya no se conforma con el típico acto sexual que dura unos minutos para liberar la eyaculación, dar la media vuelta y a dormir.

La sexualidad es una necesidad de toda la biología humana
Pero tiene desde siempre muy poco de natural, esto es: el deseo humano se alimentará siempre de alguna clase de obstáculo o dificultad.

Todos sabemos que un deseo perpetuamente insatisfecho no es precisamente la felicidad, pero al menos es la garantía de un anhelo que no cesa. Exhibirse, espiar, buscar el sexo clandestino, etc, que llevados al extremo nos introduce en el campo de la patología

Tal vez este tema del deseo sea el único dominio de la experiencia humana en el cual saber no nos trae aparejada ninguna clase de ventaja. Más bien parecería que cuando buscamos saber, esto es, informarnos, es porque de alguna manera hay algo que ya no podemos del todo. De hecho, nadie busca averiguar cómo disfrutar de aquello de lo que ya disfrutaba espontáneamente, es por eso que el exceso de información sexual, como el libertinaje y aun la pornografía no logran modificar en nada la economía sexual de nuestras sociedades.

Para Freud toda conducta humana está movida por las pulsiones; cualquier comportamiento del hombre puede ser reducido a esa fuente de energía autónoma que es la pulsión y se orienta al placer.
Como para Freud, las pulsiones es lo auténtico, lo natural, deben ser satisfechas siempre. Esta liberación de las pulsiones produciría armonía, madurez psicológica y salud. En cambio, toda represión o freno de las mismas, seria algo contrario a la naturaleza por lo que originaría desorden, tensión y enfermedad.

Un gran error por lo tanto, es el de considerar la sexualidad como algo "natural". Se invoca esta supuesta naturalidad para rechazar cualquier regulación de la tendencia sexual de acuerdo con la dignidad de la persona y con las normas morales. En este punto se confunde lo natural con lo pulsional. "Natural es lo que exige la naturaleza para su desenvolvimiento perfecto, para su armonía, para su desarrollo total, de tal forma que si no se consigue hay una limitación natural en su propia esencia y existencia. En cambio, lo pulsional no tiene por que‚ ser necesariamente moralmente bueno, ni siquiera fisiológicamente saludable.
Puede haber tendencias pulsionales deformadas y perjudiciales, incluso para el organismo y la salud." (García Hoz, V. "Madurez y educación sexual" En La educación sexual,)

Por lo planteado hasta aquí, podemos ver que cada cultura y tiempo histórico, tienen su propia forma de vivir y ver la sexualidad, más allá de que lo que es normal en oriente, pueda ser visto de manera aberrante en occidente, o lo que es natural para algunos, sea perverso para otros. Para poder comprender estas cuestiones, es necesaria la contextualización histórica, social y cultural de los acontecimientos. Pero creo que más allá de las tradiciones culturales son importantes los actos individuales, o mejor dicho, de que manera el contexto sociocultural tiene su implicancia en las conductas ya sean individuales o colectivas. Y es a partir de aquí, que podemos decir, para que una conducta pueda definirse como desviada es necesario su comparación con un modelo ideal considerado normal. Y este modelo no es nunca ajeno a los valores morales y culturales de la época.

En el contexto histórico de la sociedad victoriana y el auge de la modernidad mecanicista, la sexualidad había sido confinada a la privacidad de los dormitorios y los burdeles. Así como el romanticismo nacía casi como una protesta ante la fría racionalidad del siglo XIX, el psicoanálisis nació a partir de lo que la ciencia médica no podía explicar: la histeria. El método freudiano cambia la escritura de la historia, no sigue en absoluto la habitual cronología lineal. Pretende más bien tomar en cuenta la noción esencial de retroactividad en Freud, según la cual el sentido de una experiencia o de una impresión es diferido en el tiempo, donde lo que aparece con retraso da un sentido nuevo a marcas dejadas con anterioridad, donde recién en un tiempo aún por venir sabremos de las promesas o las amenazas de ciertas huellas no obstante archivadas.
En cuanto a las formas concretas del inconsciente y de la historia, Freud rompe drásticamente con todas las prácticas de reducción a sumisión que han marcado a la historia occidental. Ya sea desprendiendo a la relación médico/paciente del poder que confieren al uno el saber y al otro la ignorancia para devolverle a éste último el saber no sabido que guarda en su síntoma; o al abolir las fronteras entre lo normal y lo patológico, entre lo individual y lo colectivo, entre lo racional y lo irracional, para alojar a lo que escapa a la conciencia en su mismo corazón y a la locura en la razón; o también, y sobre todo por los tiempos que corren, al instaurar un análisis de la sexualidad como productora de sentido dentro de la singularidad de una historia, en oposición al uso que de ella hacen todos los dispositivos de poder para domesticar a los "usuarios" de la vida, para "normalizarlos" evaluándolos, calificándolos o cuantificándolos.

Freud habrá sido testigo de las formas más extremas de esa biopolítica implicada con los accesos de un poder disciplinario. con respecto a ello, Michel Foucault, en La voluntad de saber, rendía a Freud el siguiente homenaje: "Es honor político del psicoanálisis o al menos de lo que en él pudo haber de más coherente el haber sospechado cuanto de irremediablemente proliferante podía haber en aquellos mecanismos de poder que pretendían controlar y gerenciar lo cotidiano de la sexualidad…”

El deseo es el lugar del sujeto, las necesidades el lugar del rol social. Por eso, el deseo siempre ha sido visto como algo peligroso, oscuro, temible, la mayoría de las veces. Lo institucionalizado le teme al deseo, lo instituido tiembla ante la libertad del sujeto. El deseo también es el lugar de la libertad, el lugar de la construcción del sujeto como ser libre, el lugar de la elección.

No en vano el discurso desde el poder, el discurso desde la institución que trata de perpetuarse, trata de formatear al sujeto desde las condicionantes de las necesidades, de lo social. Ya Platón al establecer la utopía de su ciudad ideal ve la necesidad de operar sobre el deseo de los sujetos. Por ello el discurso desde el poder siempre ha tratado de formar sujetos, de formatear el deseo, al menos preestableciendo el rango de las posibilidades de la satisfacción, haciendo creer que es necesario asumir la necesidad como deseo, confundiendo la vida de la institución con la vida del sujeto. Así el ámbito de lo moral ha pretendido establecer a priori la delimitación de los campos del bien y el mal, a partir de principios indiscutibles. Así la publicidad intenta decirnos cuanta frescura debemos sentir cuando tomamos tal o cual bebida o intenta convencernos que eso que está ahí es justo lo que estuvimos buscando toda nuestra vida. El lugar de la necesidad es el lugar de la directiva, el lugar del imaginario social. El lugar del deseo es el lugar de la autonomía, el lugar donde se asienta la posibilidad de la libertad explicativa, de la reinvención de la lectura del significado de las cosas y del mundo.

Plantea Freud en el Malestar en la cultura que lo normal es el sufrimiento y el tema es ver como nos las arreglamos con él, hay quien ese sufrimiento puede tolerarlo, Y hay quien no puede. Se podrá hablar de un Yo débil que no aguanta el impacto desestructurante de ese vacío y de la angustia que produce.

Y la pregunta sería ¿a quién le gusta sufrir? Creo que ni siquiera a un masoquista. Que además lo hace por deber. Y cuando lo hace por placer es por haber experimentado desde muy chico una erotización de su sufrimiento. Y en este caso, ¿no está pagando al precio de un sufrimiento una cuota de goce erótico a un precio caro por algo que se consigue mucho más barato?

Por otro lado, al lado de los que no pueden o no quieren asumir el sufrimiento, hay
Otra categoría de sujetos que simplemente, sienten que "no deben" eludir el dolor, sino conocerlo, reconocerlo, aceptarlo y asumirlo porque así se lo impone una cierta concepción o ideología religiosa del vivir humano.

Pueden estar faltando, según las personas, diferentes cosas. Desde el recuerdo ausente de una infancia feliz hasta el sentimiento actual de desprotección y desamparo. Desde la vivencia de la culpa hasta la necesidad de un perdón y una absolución. Desde una falta de amor (la experiencia de saberse amado) hasta la falta de gratificación y de placer aun en el marco de una relación amorosa. Desde una vivencia de inermidad y vulnerabilidad frente al mundo hostil y agresivo hasta al desamparo de figuras amantes y protectoras. De última, desde la falta de una fe cualquiera, que sirva de salvavidas hasta el más satánico de los males imaginables: que es a no dudarlo, la convicción o aun la simple duda acerca del sinsentido de la vida. ¿Qué hacer? rellenar ese vacío. ¿Con qué? pues con aquello que, por faltar, se convierte en lo específicamente deseado. O bien, de ser esto imposible, con cualquier cosa.

Lo que sabemos que funciona como un comodín que sustituye y rellena decorosamente la mayoría de los vacíos. Son el amor y la sexualidad.

Pero ¿qué pasa cuando para tapar ese relleno se comete un acto perverso sometiendo a otro a al deseo? o como lo plantea el Dr. Roberto Mazzuca
“Es necesario distinguir la categoría del antisocial -que utiliza la violencia y la coerción contra la voluntad del otro-, de la verdadera psicopatía en que, aún los actos delictivos se producen estimulando la intervención del otro hasta obtener su complicidad y, por lo tanto, el consentimiento de su voluntad.”

El origen del termino de perversión, debe ubicarse, en la obra de Krafft-Ebing de una generación anterior a Freud. Se propuso abordar en una perspectiva científica el estudio de la sexualidad humana y sus perturbaciones. Es decir, que persiguió el objetivo de hacer entrar la consideración de los problemas sexuales en el discurso médico y legal para, de esa manera, tomar distancia de una posición moralista destinada fundamentalmente a enjuiciarlos y condenarlos.

Sin duda, siguiendo los pasos de su antecesor, Freud es quien logra un concepto de perversión propio, es decir no como una forma de patología sino como la característica fundamental de la sexualidad humana. No se trata tanto de la evolución de una sexualidad perversa infantil hasta una sexualidad genital adulta, sino que la sexualidad humana es estructuralmente perversa y es con esa sexualidad perversa que hombres y mujeres se las tienen que arreglar para llegar a obtener y a elegir, o no, los rasgos que definen el viejo concepto ideal de sexualidad normal, es decir, la heterosexualidad y la paternidad

El concepto de sexualidad infantil que implica una noción ampliada de la noción de sexualidad y arriba a la conocida fórmula freudiana del niño como un perverso polimorfo. Esta hipótesis establece que no existe una forma natural de la sexualidad sino que ésta, incluida la adquisición de una identidad en la sexuación, está sujeta a un proceso de formación que atraviesa diversas vicisitudes desde el niño hasta el adulto. Estas vicisitudes, en la concepción freudiana, están gobernadas por el Edipo: según la forma en que se lo atraviese y se lo concluya se obtendrá una cierta forma de sexualidad y de identidad sexual. Es decir, que el Edipo es un dispositivo de sexuación.

Plantea P. Julient en su libro Psicosis, neurosis y perversión: El psiquiatra francés Ernest Dupré decía en un Congreso de alienistas:
“El término perversión es uno de los que se emplean con más frecuencia en el lenguaje psiquiátrico, lo encontramos habitualmente en las observaciones clínicas, los informes médico legales y los certificados de internación. Ahora se recorre la bibliografía corriente sobre la alienación mental, si se consultan los grandes tratados de psiquiatría no se encuentra ninguna obra, ningún capítulo consagrados con ese título a ese tema.”
Pero qué pasa hoy, en el ser humano hay una duplicidad, una quiere el bien, cree en él y lo dice, pero hace el mal. El acto de pervertir viene de tergiversar el bien en mal, lo que era bueno se desvía y se convierte en su contrario, se hablará así de actos perversos.
Si nos salimos del campo eclesiástico el derecho busca una responsabilidad judicial basada en el discurso médico, se trata entonces de una perversidad moral o de una perversión patológica.

Siguiendo con esto, hace poco tiempo tuvimos dos casos muy renombrados acusados de pedofilia que fueron de público conocimiento, me refiero a los casos de Ps. Jorge Corsi y al sacerdote Julio Grassi

Jorge Corsi fue hasta este año la persona más reconocida en el ámbito académico por sus desarrollos acerca de la violencia sexual -de género- hacia las mujeres, los niños y niñas. El personaje con más alto rango en la materia como titular del post-grado respectivo en la universidad estatal en Buenos aires, el que más profesionales ha formado, el de mayor reconocimiento por su producción escrita.

El Padre Julio César Grassi es un sacerdote católico que en su vida se fijó una meta clara: Rescatar a los chicos de la calle. Creó la Fundación Felices los Niños una Obra inmensa que asiste a niños y jóvenes.

Jorge Corsi O EL PADRE Grassi, ¿porqué iban a ser la excepción ?...
Ellos cumplen con todas las variables que sabemos de los delincuentes sexuales: insertos socialmente, capaces de sostener con una doble vida que haga impensable a vista de un Experto sus delitos, alguien que encontró en su metié un campo propicio para desplegar su aberración.

Es lógico pensar que quien tiene pulsiones que no controla, genere condiciones de posibilidad en su entorno para poder realizarlas. ¿Dónde un violento sino en el ejército, una morgue, una carnicería o un quirófano? , ¿Dónde un pedófilo sino en la escuela, la iglesia o el consultorio???.

Más allá de esto, ¿qué es lo que tanto nos sorprende? Corsi no hacía más que escribir de lo que sabía y tanto quería demostrar lo que sabía que hasta se animó a mostrarlo, del padre Grassi podríamos decir que creó un lugar quizas donde los chicos fueran a él en ves de ser él quien salga a buscarlos.

Lo más grave que puede suceder en un proceso de este tipo es la perversión. El que no sabe, sabe que no sabe y puede decir qué es lo que no sabe... no enferma. El que no sabe, y no sabe lo que no sabe ... pronto quedará en evidencia. El problema, el riesgo, es el que -sabiendo o no sabiendo- haga un uso psicopático, perverso, de su conocimiento o de su desconocimiento, eso no importa, lo que enferma, lo que mata, es la perversión.

Bibliografía

García Hoz, V. "Madurez y educación sexual" En La educación sexual

La crisis actual del amor. Thibon GLa crisis moderna del amor, Edit.Fontanella, Barcelona, 1966

Roberto Mazzuca. La categoría clínica de la perversión en el psicoanálisis. Conferencia presentada en el 8º Congreso Internacional de Psiquiatría organizado por la Asociación Argentina de Psiquiatras, miércoles 24 de octubre de 2001, Buenos Aires. Mesa Redonda: “Temas de Psicopatía”.

Michel Foucault, La Volonté de savoir. Gallimard,1976.

Julien Philippe. Psicosis, perversión neurosis. Amorrortus Editores. buenos aires 2002

Freud S. Obras completas. Tres ensayos de una teoría sexual. Tomo VII.Amorrortus Editores. Buenos Aires 2006

martes, 14 de octubre de 2008

:: Cómo pensar la técnica psicoanalítica

CLARA CASALEGNO
“Las entrevistas preliminares son un cuerpo a cuerpo (Lacan). Levantar el cuerpo como obstáculo al amor no puede más que incitarlo a desarrollarlo. El analista es el mejor objeto de amor porque no tiene cuerpo.”[1]

Comenzar una vuelta hacia trabajos anteriormente abordados, como así también el acercamiento a otros, realizando una lectura dirigida al pensamiento de cuestiones que hacen a la clínica psicoanalítica, abrió muchos interrogantes y disparadores. También nos llevo a reflexionar sobre nuestra experiencia analítica como analizantes, que es de la que disponemos. De este modo considero que el atravesamiento por el trabajo de dispositivo de cartel implicó un vuelco en relación a poder comenzar a adoptar una manera de pensar la clínica analítica.
Un interrogante abarcador fue: ¿Cómo es que funciona el dispositivo analítico?, es decir, cuál seria la manera en la que se sostiene el analista dentro de la experiencia dialéctica que hace al psicoanálisis, como dice Lacan, para que se instaure la dimensión dialogo dando lugar a que el paciente pueda elaborar el malestar que lo aqueja, pudiendo realizar un cambio en su posición subjetiva.
Considero que pensar el dispositivo analítico nos hace volver a escuchar a Freud, quien no dejo de insistir en que uno de los requerimientos principales que hacen a la técnica analítica es el manejo de la transferencia, aquella que cumple un papel fundamental en el tratamiento y que paradójicamente se revela como la más fuerte resistencia. Por lo tanto la transferencia fue planteada por Freud como el mayor obstáculo pero al mismo tiempo el instrumento del que dispone el analista para el impulso de la cura.
Lacan, en el seminario sobre la trasferencia sostiene: “Al comienzo de la experiencia analítica, recordémoslo, fue el amor”[2] , pensando en la preocupación que invadió a Freud en sus comienzos, que lo llevo a plantear que una de las más peligrosas trampas con la que puede encontrarse el analista es la de la implicación emocional con sus pacientes. Esta preocupación se le presentó a partir de los conocimientos que disponía en relación a analistas que caían en esta trampa, como ocurrió entre Breuer y Anna O, Jung con Sabina Spielrei, como así también en la relación de Fereczi con Elma. Por lo tanto, el amor aparece en la cura analítica como efecto de la transferencia, a partir de lo cual hablamos de amor de transferencia, ese amor que Freud describió como un amor genuino, que reclama ser satisfecho, reclama exclusividad y que muestra venganza cuando no llega a lo buscado. Por esta vía entonces Freud sostiene que la transferencia toma la forma de amor. Ahora bien, con el planteo de Lacan este amor adquiere una forma nueva, ya que si bien resalta cómo en la transferencia se pone en juego una apariencia de amor, sostiene al mismo tiempo que de lo que se trata es de amor al saber.
De este modo estamos ante la transferencia como el núcleo que permite el funcionamiento del dispositivo analítico, es decir lo que da lugar a que, a partir de una intervención del analista, se de la posibilidad de un movimiento en la posición subjetiva del analizante. Aquí es necesario tener en cuenta que se trata de que el analista ponga en juego la dimensión del dialogo y ésta a partir de que el paciente supone en su persona un sujeto al que al mismo tiempo le supone un saber sobre su sufrimiento, de esta manera es que se puede pensar en la función que un analista debe encarnar para poder llegar a la cura. En este punto me parece importante resaltar que hay una doble operación que se pone en juego en un sujeto para un pedido de análisis, como plantea Marité Colovini: “por un lado, suposición de un saber que daría respuesta al enigma que el síntoma encierra y por otro lado, imputación de un sujeto a ese saber supuesto; eso es lo que Lacan ha llamado SUJETO SUPUESTO SABER.”[3]
Cuando pensamos en el amor de transferencia seguimos sosteniendo el interrogante acerca de cuál es la posición que debe adoptar un analista. Esto me lleva primero a la lectura de los llamados escritos técnicos en los que Freud pensaba justamente aquellas cuestiones que podían establecerse en relación a la posición que es necesario que el analista tome para dar lugar al funcionamiento del dispositivo. A propósito de esto me parece interesante resaltar primero lo que Lacan plantea cuando dice que “un analista no abruma a su analizante con principios morales”[4], dejando por fuera rápidamente lo que la práctica analítica no consiste. Así recordamos que si es posible hablar aquí de una técnica, es una técnica en la que no se procede más que con la palabra y de lo que se trata es de dejar al paciente que hable, y claro está, escuchar, pero más allá de lo que dice. Sobre cómo escuchar al paciente, Freud sostiene en los escritos técnicos que lo que estaría en la base del dispositivo analítico es aquello que desde un principio el analista transmite a su paciente, y es la regla de la asociación libre, que éste diga todo lo que se pase por su cabeza, más allá que se le impongan al decirlo cuestiones morales y de la índole que sea. Esta regla fundamental tiene su otra cara que recae sobre el analista, es la atención libremente flotante, consiste en que el analista no se fije en nada de lo planteado por el analizante y preste a todo la misma atención. Por lo tanto hablamos de la regla que permite la construcción del análisis, que daría lugar a los efectos del lenguaje, permitiendo de este modo la emergencia de toda manifestación inconsciente, ya que cuando estamos ente un fallido, un lapsus, un sueño un olvido…esto se va a expresar en la dimensión del lenguaje. “Es por lo que el lenguaje, como se dice, no solamente connota, sino que denota, para designar algo…algo real, piedra con la que me tropiezo.” [5]
De este modo, acercándome al tema de la técnica analítica y cómo debe ser tomada esta por un analista, teniendo en cuenta que no hay generalización posible y por lo tanto queda por fuera la chance que seguir a raja tabla técnica alguna, me parece relevante hacer al menos un acercamiento a los planteos de Fereczi, ya que durante años mantuvo correspondencia con Freud, correspondencia que vaciló entre acuerdos, colaboraciones y también discusiones. Freud, en las cartas siempre escuchó a Fereczi sobre todo en lo que atañe a la técnica analítica, lo que se evidencia en las numerosas citas al mismo en sus trabajos.
Las correspondencia entre Freud y Ferenczi se puede datar desde 1908 hasta la muerte de Fereczi, 1933. En el volumen que abarca el periodo de 1914-1916 se deja ver una gran preocupación de ambos por las cuestiones sociales en las que estaban sumergidos. También se reflejan breves periodos análisis de Fereczi por Freud[6], en los que Ferenczi principalmente manifestaba su ambivalencia en cuanto a casarse con Elma o con Gizella[7]. De este enredo de cuestiones personales, sociales y profesionales se dio lugar al desarrollo de algunos principios teóricos y técnicos del psicoanálisis,
Uno de los principios que se desarrolla en este periodo es el de la abstinencia. En relación a esto último Freud primero piensa en el amor de transferencia, sosteniendo que lo apropiado es valerse de este amor tomándolo en cuenta para que la cura resulte posible y no oponerse moralmente a él. Plantea que para que esto se logre es importante primero que el analista tenga en claro que ese amor es sólo producto de la transferencia, un momento de la cura por el que se atraviesa, y que también se pone en juego una participación de la resistencia que exagera todas sus exteriorizaciones. El paciente transfiere a persona del analista sus deseos inconscientes y es por esto que Freud no ve que el alejamiento de esos sentimientos de la paciente refleje de un modo de proceder analítico, ya que se habría llamado a lo reprimido inconsciente no para que sea analizado valiéndose de él, sino para volver a reprimirlo. Si Freud se hubiese dejado llevar por los principios morales que regían en su época tendría que haber plantando que lo apropiado seria pedirle a la paciente que abandone esos sentimientos hacia su persona o dejar el tratamiento (como ocurrió en el caso de Breuer). Al mismo tiempo, no deja de aclara que responder al reclamo de la paciente implica un final que seria perjudicial para ambos.
A propósito de la abstinencia me parece muy interesante subrayar una frase de Lacan que es tomada por Jean Allouch en un seminario dictado en julio del 2003: “…uno de los fines del silencio que constituye la regla de mi escucha es justamente callar el amor…”[8]Lacan plantea de este modo que la razón por la que los analistas se mantienen en silencio es el hecho de que cuando estamos en la dimensión de la palabra, el goce siempre se hace presente, por lo tanto plantea que es mejor quedarse quieto a hacerle percibir al sujeto (analizante) lo que se goza en la palabra .
“La cura tiene que ser realizada en la abstinencia…”[9]
En numerosos pasajes de la correspondencia entre Freud y Ferenczi se deja ver cómo hay un esfuerzo por respetar o hasta evitar algunas situaciones que podrían poner en riesgo algo en relación a esta regla tan importante. En “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” (1918) Freud vuelve sobre la cuestión de la abstinencia a la que venia haciendo alusión desde 1912, dejando en claro que cuando se habla de abstinencia no se esta pensando solo en una posible relación amorosa entre analista y paciente, sino que referiría más bien al modo de posicionarse frente al sufrimiento del paciente, planteando que el tratamiento mismo implica la necesidad de sostener el padecimiento del sujeto de modo que este no desparezca antes de lo necesario ya que llevaría resultados poco duraderos, y la forma de lograr esto seria por el camina de la abstinencia o “privación sensible” como también lo nombra en este trabajo.
Ante estas cuestiones que atañen al lugar en el que debe posicionarse el analista, Freud en principio insiste en la importancia del análisis al que debe someterse el analista. Aconseja también que una posición del analista conveniente tanto para el analizante como para él sea la “frialdad de sentimientos”[10]. Esto último es algo muchas veces criticado por Fereczi, el hecho de que Freud no haya tenido en cuenta la empatía del analista. También la cuestión de la “actividad” del analista fue un punto en el que Fereczi fue protagonista y que tuvo una fuerte influencia en los trabajos freudianos.
Si bien para Freud la actividad del analista debe remitirse a sacar a la luz las resistencias del paciente y a hacer consciente lo reprimido, consideró por un tiempo que en una serie de casos es importante también que la actividad del analista continúe en un apoyo al paciente en relación a esas resistencias con las que se las tiene que ver, y hasta tal punto Freud tenia en cuanta a Ferenczi que en este aspecto deja de alguna manera en sus manos la reflexión sobre este campo de la técnica analítica, aunque a futuro implicó el punto más fuerte de su discusión. De este modo durante un tiempo hablaron sobre la “técnica activa”[11] .En una serie de casos Freud aplico esta técnica activa poniendo un plazo para el análisis mismo, es decir, fijando una fecha para el fin de análisis, sosteniendo que muchas veces el paciente utiliza la resistencia del análisis para embrollarse en una cuestión que le permite retrasarse en relación a alguna decisión que lo implicaría y llevaría a un cambio, como veía que sucedía en el caso de Fereczi que se agarraba del análisis para retardar de decisión en relación a su matrimonio.
Años más tarde Fereczi escribe en su Diario una crítica a la postura insensible del analista, sosteniendo que es perjudicial tanto para el paciente como para el analista. Para Fereczi la naturalidad, sensibilidad y comportamiento describía la actitud óptima que debía sostener el analista para el beneficio de la situación analítica misma. También en su trabajo titulado “Progresos en la técnica analítica” realiza una crítica a la forma que había comenzado a tomar la relación entre el analista y el paciente, sosteniendo que de ser en principio una relación emocional se había tornado una relación demasiado intelectual, planteando que si se lograba un mayor hincapié en la afectividad se daría lugar a una transferencia positiva que al mismo tiempo posibilitaría resultados terapéuticos más exitosos.
Para este momento Freud escribe a Fereczi se había alejado ya de el camino que compartían en relación a los modos de pensar cuestiones que hacen al psicoanálisis, pero un ningún pasaje Freud niega que Ferenczi sea un analista como si había sucedido en otros casos, y su correspondencia continua hasta el momento de la muerte de Fereczi.
Sobre la abstinencia y la actividad del analista me parece interesante el planteo de Jean Allouch en relación a que el analista “se abstiene activamente”, haciendo referencia a que muchas veces interviniendo de alguna manera lo que sostiene es una forma de abstenerse, y que otras veces al no intervenir, se esta dejando introducir de algún modo en el asunto. Esto permite pensar lo que Lacan sostuvo en relación a no confundir un acto analítico con una acción motora, lo que nos hace entender cómo el solo silencio puede resultar una forma de intervenir. Para pensar esto es necesario tener en cuenta el papel vital de la transferencia que, si no esta establecida, no hay posibilidad de que una intervención de lugar a movimiento alguno por parte del analizante.
Así es como me pareció interesante indagar sobre la transferencia, que es la que encarna la posibilidad misma de que un análisis exista, permitiéndome pensar así mismo cuestiones en relación a esta técnica en la que se dispone nada más y nada menos que de la palabra, a su posible modo de “aplicarla” y a tratar de entender como trasciende aquello que se entiende corrientemente por técnica, por más que muchas veces la nombremos de esta manera, ya que es todo lo contrario a pasos rígidos a seguir, lo que queda excluido desde el momento en que el analista no sabe con anterioridad lo que el paciente puede decir o no. Creo que no se puede dejar de nombrar cuando se aborda un intento de pensar como “debe” posicionarse un analista, sin que esto torne una formula, el planteo de Lacan en relación a que el eje en el que se mueve al analista es el del deseo, sosteniendo que el deseo del analista es aquel que permite el desarrollo del análisis mismo. Para esto el analista debe asegurarse de que su deseo encierre siempre un signo de interrogación para el analizante, proporcionando la fuerza impulsora que le da juntamente movimiento al análisis.






Bibliografía:

_ ALLOUCH, J. Notas sobre el seminario ¿molesto el amor? Julio de 2003. Traducidas por Marcos Esnal.

_ FERENCZI, S., Problemas y motivos del psicoanálisis, Editorial Paidos, Buenos Aires, 1966.

_ FERENCZI, S., Sin simpatía no hay curación. El diario clínico de 1923., Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1997.

_ FREUD, S FERENCZI, S. Correspondencia completa [1914-1916], editorial Síntesis, Madrid, 2001.

_ FREUD, S., Sobre la dinámica de la transferencia [1912], Tomo XII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1996.

_ FREUD, S., Consejos al medico sobre el tratamiento psicoanalítico [1912], Tomo XII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1996.

_ FREUD, S. “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, III [1915], Tomo XII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1996.

_ FREUD, S. Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica [1919], Tomo XVII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

_ LACAN, J., “Intervención sobre la transferencia”, Escritos I [1953-54], Editorial Paidós, Buenos Aires, 2006.

_ LACAN, J., La transferencia, Seminario 8 [1960-61] Editorial Paidós, Buenos Aires, 2006.

_ LACAN, J., Conferencia pronunciada en el museo de la ciencia y la técnica de Milán, el 3 de febrero de 1973. http://www.ecole-lacanienne.net










[1]ALLOUCH, J. Notas sobre el seminario ¿Molesto el amor? Julio de 2003. traducidas por Marcos Esnal.
[2] LACAN, J. La transferencia, seminario 8 [1960-1961], capitulo I, pág. 12. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2003.
[3] COLOVINI, M, Tesis de doctorado: “La erotomanía, el delirio de ser amada: ¿una locura femenina?” Tiempos y cuestiones de la dirección de la cura, Pág. 10.
[4] LACAN, J. Conferencia pronunciada en el museo de la ciencia y de la técnica de Milán el 3 de febrero de 1973.
[5] LACAN, J. Conferencia pronunciada en el museo de ciencia y técnica de Milán el 3 de febrero de 1973
[6] Son tres los breves periodos en los que Ferenczi se somete a análisis con Freud.
[7] Me parece importante resaltar, a propósito del amor de transferencia que ambas habían sido pacientes de Fereczi, y que al mismo tiempo ellas eran madre e hija. Finalmente Fereczi se casa con Gizella no sin una insistencia por parte de Freud que veía ese hecho como la única salida normal para Fereczi.
[8] ALLOUCH, J. Notas sobre el seminario ¿modesto amor? Julio de 2003. traducidas por Marcos Esnal
[9] FREUD, S. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis ,III[1915], Pág. 168 Tomo XII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1996

[10] FREUD, S. Consejos al medico sobre el tratamiento psicoanalítico [1912] Pág. 114. Tomo XII, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1996.
[11] En 1918 Freud y Ferenczi presentan en un congreso en Budapest la “técnica activa.”

:: “EL PSICOANALISIS SE RECREA CADA VEZ”

DINA SERRA

Quería comenzar comentando que nuestro trabajo de cartel fue muy bueno y que posibilitó hacer de cada encuentro con mis compañeros espacios muy productivos de discusión y de lectura. Sin pretenciosos objetivos fueron surgiendo diferentes interrogantes, diferentes autores, nuevos acercamientos al tema y otras lecturas sugeridas que se fueron recortando de acuerdo a los intereses del grupo y luego contemplando ya los intereses particulares de cada uno. De igual modo fue un proceso largo, donde trabajamos mucho no sin algunas emociones encontradas.
La temática del dispositivo analítico me resulto interesante porque se pone directamente en relación con la preocupación respecto de la profesión, con la pregunta de cómo desenvolverme en un psicoanálisis. Por tanto, me pareció importante trabajar de este modo a través del dispositivo cartel para salir de este “ preocupación”, generar un movimiento que me permitiera pensar acompañadamente un abordaje clínico; que significó más bien “ocuparme”, implicarme, apropiarme de este espacio de investigación. Sin duda hay algo del deseo puesto allí.
Entre mis inquietudes me preguntaba como hacer para articular lo trabajado a lo largo de distintos años de paso por la facultad, las perspectivas de los diferentes autores o docentes, los diferentes lineamientos teóricos, etc., y todo lo que posibilita la formación, que entiendo no se limita a la universidad, sino más bien otros espacios y actividades que quedan por fuera. Todo ello con el objetivo de poder pensarme yo misma como analista, creo que en la misma pregunta pude encontrar acertadamente la respuesta: “el yo debe quedar por fuera”.
Tratamos de recorrer a través de la lectura varios elementos que nos ayudaron a pensar tal dispositivo ya que si bien sabemos que no hay recetas ni técnicas sujetas al “manejo” del análisis se trata de una práctica rigurosa supeditada a ciertas directrices del analista. Aquí es donde se pone en juego su deseo como guía, para poder ir venciendo las resistencias.
El psicoanálisis se trata de una práctica de palabra dentro de un dispositivo donde se pretende que el analista actúe como espejo vacío al decir de Lacan, para poder dejar por fuera todo lo que corresponda a su persona y habilitar la aparición del sujeto del inconsciente que se manifiesta en acto, para que esta palabra advenga. Se trata del propio carácter evanescente que da cuenta de su eticidad. En el análisis el saber está en espera, siempre por venir, situado del lado del analizante, y se pone en juego cuando hablamos.
Creo que hay una confusión en creer que cuando se hace psicoanálisis se sabe a donde se va, “el psicoanálisis como todas las otras actividades humanas participa indiscutiblemente del abuso”.[1]
Se actúa como si se supiera algo, cuando en verdad el que sabe es el analizante, y el analista lejos de quedarse supeditado a la teoría, es colocado en posición de Sujeto Supuesto Saber permitiendo una dinámica de conexión en transferencia de inconsciente a inconsciente, donde la asociación libre se pone en marcha con el objetivo de no desechar ninguna ocurrencia por inapropiada o indiferente que parezca de acuerdo a la regla fundamental, y disponerse como analista a esperar la emergencia de algo del orden de la verdad que pueda ser sancionado en este marco, e interrogar al sujeto, involucrarlo en la pregunta sobre “lo que dice”, “sobre lo que quiere”.
Me parece necesario entender que lo que ordena el análisis es el manejo de la transferencia, y es el analista quién soporta y se presta a la transferencia, se ofrece como función, sin dejar de saber que ese lugar de sujeto supuesto saber que se le atribuye caerá al finalizar el análisis.
El deseo del analista es un deseo vivo, y es el analista quien responde a la transferencia como deseo, que solo funciona así en el marco de un análisis. Todos éstos son objetivos propuestos en las entrevistas preliminares.
Es este deseo el que dirige el análisis ya que permite al analista sostener la atención flotante, es decir no atender a nada, sino más bien permitir que algo se presente como sorpresivo, porque lo importante no es el contenido del discurso sino las vacilaciones, la escansiones, algún corte o ruptura, es decir disponerse a la escucha de las diferencias significantes.
Es necesario distinguir lo que es dicho en sesión al analista, que no se confunda con su persona, que no se lo atribuya, ya que esto obstaculiza el trabajo exponiéndose a involucrarse él mismo.
En esto consiste la neutralidad o la distancia que el analista debe mantener, aquello que se entiende por “estar en función”, actuando en cada análisis sin ideas preconcebidas y sin relación con sus propios significantes.
Se trata de que el analista se borre como sujeto y se ponga en lugar de objeto, ya que en el análisis hay un solo sujeto en juego: el analizante que es su resultado, su efecto.
Lo importante entonces es actuar frente a cada nuevo caso como único, sin prestarse a generalizaciones.
Por supuesto que es necesario tener en cuenta también lo que se entiende conceptualmente por contratranferencia (aquello que se ha trabajado también como resistencia al analista) se trata de un ruido en la atención flotante, la irrumpe, la altera, cosa que no debe pasársele por alto a ningún analista ya que es un fenómeno sobre el que es necesario interrogarse y ser llevado a su propio análisis. Sostiene Luis Vicente Miguelez[2] “el análisis es algo que importa a lo singular, a lo específico de cada analista, lo que hace de su función algo eficaz es que aquél pueda trabajar sobre su implicación en cada análisis. El arte singular con el que debemos contar no nos exime de pensar conceptualmente lo que hacemos espontáneamente”.
Cada análisis es diferente y único, ya que cada analista es uno diferente frente a cada paciente, por más que se trate del mismo analista. Se pueden poner en juego posiciones teóricas similares entre los diferentes profesionales, pero conservando su estilo propio. Se trata de experiencias siempre singulares.
Por otro lado me parece interesante poder rescatar las diferencias que se pueden marcar entre ciertos términos, que si bien son utilizados en muchos casos indistintamente en el discurso de la facultad, merece ser aclarado. El analista pueden intervenir de diferentes modos en un análisis, pero no todos ellas son entendidas como interpretaciones o construcciones. Es decir que una escansión o corte de sesión es una interrupción activa del analista que marca una puntuación en la sucesión de lo que se dice y consecuentemente agudiza la escucha del analizarte sobre su decir en una posteriori de la sesión. Se logra así un efecto de sentido que surge luego de tal puntuación, pero que no es un sentido cerrado, ni una significación sino que habilita a la frase siguiente ya que esta no debe ser saturada. Es por eso también que no podemos sostener un análisis con duración fijada de antemano, siendo esto muy importante para que un análisis llegue a su término.
Una intervención entonces se dirige a que un sujeto se decida a hablar y se implique en lo que dice. Podríamos decir que las intervenciones pueden hacerse por fuera de la transferencia, tal como sugiere M.Colovini “no necesariamente forma parte del acto analítico, puede prepararlo o ser consecuencia de aquel”.[3]
De modo diferente pensamos la interpretación que es aquel decir del analista que no puede quedar por fuera de la transferencia que puede ser posibilitada por ciertas intervenciones del mismo.
También es entendido por Freud “como lo que uno emprende con un elemento singular del material: una ocurrencia, una operación fallida, etc.”[4] además se considera que la prueba en el acierto de la interpretación es que el sujeto traiga un material que la confirme o que responda con una asociación que implique algo similar al contenido de la construcción, y aun así no en todos los casos.
Sostiene Freud que algunas de las corroboraciones mas fiables por parte del analizante son: “nunca se me habia cruzado por la cabeza”, o “no se me habia ocurrido nunca”.
Una construcción en cambio implica la presentación al sujeto de un fragmento de su historia olvidada. De todos modos una construcción puede ser entendida como correcta o no únicamente durante el transcurrir de un análisis y solo se plantea como una conjetura de acuerdo con Freud.
Aun así ninguna intervención por parte del analista debe quedar como un simple acto de intuición ya que si bien las interpretaciones no son pensadas ni preparadas ello no implica que no tenga fundamentos teóricos aún sin hacer de ellos recetas a seguir.

Por ultimo me parece importante comprender que el Psicoanálisis no se enseña, se trasmite, es por ello que no hay reglas ni pasos a seguir, a pesar de que Freud muchas veces refleja en sus escritos casi un intento de reglamentar o establecer leyes para el despliegue del dispositivo analítico. Se trata solo de estar allí y de disponerse a la escucha y su correlato en el paciente, es decir la producción de un decir inédito, el ejercicio de la palabra plena. Así lo manifiesta Lacan en una fórmula en el seminario 11: “el arte de escuchar equivale al del bien decir”.[5]
Queda claro entonces que el psicoanálisis es una práxis que no tiene que ser entendida como una práctica estandarizada, pero no quita que quien agencie de analista no reflexione sobre su quehacer, las consecuencias de su acto y que lleve adelante su propio análisis.



[1] LACAN, J. “Apertura de la Sección Clínica”, Página 42, Editorial Paidós.
[2] MIGUELEZ, L.V, “El Espacio Ectópico de la contratransferencia”, en III Encuentro Latinoamericano de los Estados Generales del Psicoanálisis.
[3] COLOVINI, M. “Dispositivos e Intervenciones”, Abril, 1997.
[4] FREUD, S. “Construcciones en Análisis” 1937, Página 262, Tomo XXI, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
[5] LACAN, J. “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”, Seminario XI, Capítulo X, Página 129, Editorial Paidós, Año 1987.

::De los límites de la palabra.

VERONICA GONZALEZ
El psicoanálisis tuvo su nacimiento en la indagación acerca de la configuración particular que el orden simbólico atribuye a la naturaleza del hombre.
En la práctica analítica se trata de hablar, por lo que el analista cuenta con solo un médium, la palabra del paciente. Ésta herramienta, porque única, enfrenta su propia limitación.
La palabra roza la Verdad del inconciente, llega a la plenitud del tiempo en el que el sujeto se desvanece, pero en el que ha asomado, fugazmente. Esa Verdad circula, es fundamental que tenga movimiento en el discurso metonímico, movimiento del engaño infinito en la inconsistencia que encamina a una insistencia que la falta en ser hace andar. Se trata de aquel territorio inconquistable, imposible de conocer, de la porción faltante al discurso conciente para concretar su continuidad y que en el camino es disfrazado de astucia, motivo por el que no es confundible el proceso psíquico inconciente con la percepción que la conciencia hace de él. “De lo que está involucrado en el proceso de Abfuhr y entra bajo el signo del principio del placer, el sujeto consciente no aprehende nada, salvo en la medida en que hay algo centrípeto en el movimiento, en que hay impresión de movimiento para hablar.”[1]
Sumándose a la precariedad en la captación interna de los procesos de pensamiento, se encuentra el artificio que la palabra tributa en su articulación. Entonces esa dominancia ilusoria del yo poseedor de un saber, se diluye en un indefectible decir a medias, la consecuente caída en el malentendido, en el equívoco. De la existencia de la Verdad por fuera del discurso, resulta la exigencia de continuar hablando porque todo no puede decirse.
El no-todo conduce a una abertura cuyo contorno es creado mediante el moldeamiento del significante, es un hacer vinculado a la articulación de la demanda, sepultura de la pura necesidad, estado primario de privación que subyugo al cuerpo indefenso en su propia invalidez a un estado de tensión sin resolución, más que mediante la intervención de aquel que con su respuesta significante en tanto acción específica cancela la necesidad, y adquiere el privilegio de ocupar el lugar del Otro. En esa mítica primera vivencia se experimenta la inmediatez en el goce obtenido que no ha sido pedido, ni esperado, resultando la introducción y desaparición de lo puramente orgánico en el universo simbólico. Constituido éste por una asociación de huellas que guiarán el camino que tome el deseo en su búsqueda, sometida al recuerdo de la primera, única e irrepetible satisfacción. Una vez instalada la marca del sentido, se produce ese desfasaje que torna irrealizable la adecuación de lo deseado con lo demandado, condenando así a la inmortalidad a un deseo eternamente insatisfecho, por lo que enfrentarse a la realidad conducirá siempre a un inevitable fracaso. La cesura introducida deja algo por seguro, el
reencuentro de aquel primer goce con el Otro absoluto permanecerá inaccesible. Se lo volverá a encontrar como nostalgia, como anhelo, pero en este tiempo ya necesariamente perdido ha dejado un vacío, nada en la que habita la Cosa. Ésta que ha existido en la íntima ajenidad que el semejante representa, ha dejado su marca como vacío insalvable, concediendo en su ausencia la condición de posibilidad de la formación del significante que el hombre labra con sus manos. Hacer fundamental hacia el distanciamiento respecto de esta Cosa, garantía de un goce pleno, que como tal es mortífero. Aquí encuentra su función la interdicción del incesto, como punto de toque entre la ley y el deseo, hace de la cosa materna, ese deseo esencial, el objeto prohibido, perdido. Con la introducción del significante se da paso a la caída de ese goce originario para vivir de la inexistencia del goce todo.
La distancia conservada en relación a das Ding, surca un camino siempre de retorno pero nunca de hallazgo, manteniendo su fin alejado e inalcanzable, la orientación es gobernada por la ley del placer. Reglando la intercalación de significantes para el mantenimiento del nivel homeostático, instalando la quiescencia para esa energía que en calidad de libre orientaba su dinámica a la descarga. Así, la regulación se da en términos del discurso, por lo cual “el principio de placer encuentra las cosas en los signos”[2]. De estas ligaduras significantes, gravitatorias representaciones, algo escapa a su dominación, la energía libremente móvil es el resto inasible, exiliado al fuera de significado, en ese mutismo irresoluto, la Cosa. A pesar de ser agujero, nihil de nada, conforma el andamiaje sobre el cual se sostendrá todo el andar del sujeto en función de su deseo. Como principio organizador del acontecer subjetivo, siendo ocupante de ese lugar central, escapa a la estructuralidad de la estructura y en este sentido se encuentra tanto dentro como fuera, en una posición extimia, que le permite atribuirse su función de causa y ser condición de la existencia de la palabra.
Aquí tenemos a la palabra desafiando aquella tendencia natural de regreso a un estado antiguo e inicial, oponiéndose a la única meta que cualquier organismo vivo puede tener, la muerte. Ser hablante de una significación inaccesible, somete al hombre a la esclavitud del lenguaje, en el que la Verdad se desplaza, deslizando al deseo en su perennidad. Hablar es uno más de los complicados rodeos que impusieron la desviación respecto de la meta vital originaria. La palabra rescata de la muerte a la vez que condena a la trágica incompletud.
¿Dónde cabe el silencio, lo indecible?, ¿dónde se refugia lo inarticulable en palabras? El psicoanálisis ha hallado en la palabra el medio que confiere sentido a las funciones del individuo, en el discurso el lugar de pesquisa de la verdad. Sin embargo, en el instante en el que el paciente se topa con la imposibilidad de decir, hace presencia la angustia. Como repetición de una reacción primitiva frente a un peligro significativo que en el origen desencadenó la ausencia del objeto, es índice del retorno en lo real de esa pérdida irrecuperable, vacío que no puede ser representado ni por la imagen ni por el significante. Allí donde la causa comienza a andar para el psicoanálisis, en el mismo lugar tropieza con su límite.








Bibliografía:

Derrida Jacques – “Dos ensayos”.
Freud, Sigmund-“Lo inconciente”.
Freud, Sigmund-“Más allá del principio del placer”.
Freud, Sigmund-“Inhibición síntoma y angustia”.
Lacan, Jacques-“Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”.
Lacan, Jacques-“Apertura de la sección clínica”.
Lacan, Jacques-Sem.XI.”Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
Lacan, Jacques-Sem. 7. “La ética del psicoanálisis”.
Massota, Oscar- “Ensayos lacanianos”.
Salafia, Anabel-“Práctica y discurso del psicoanálisis”.





[1] Lacan, Jacques. Seminario “La ética del psicoanálisis” Cáp. V Das Ding. Pág. 64.
[2] Lacan, Jacques. Seminario “La ética del psicoanálisis” Cáp. IX Pág. 148.

lunes, 13 de octubre de 2008

:: Habitando el mundo con nuestros munditos


ELISA BELLEZZE
El discurso de lo normal y lo patológico nos atraviesa. ¿Con qué tiene que ver esto? Despejaremos algunas cuestiones. Diremos, en principio, que los conceptos de normal y patológico están ligados íntimamente a la actividad del médico; luego veremos qué dice sobre esto el psicoanálisis.
“Lo normal no surge de ninguna aprehensión del término medio o equilibrio concebido en el organismo. Lo normal surge como un término equívoco y como concepto sólo remite a un estatuto valorativo desprendido de toda referencia biológica.” Al mismo tiempo en que se afirma como un valor, su contratara, lo anormal, es rechazada como disvalor. De esta manera lo normal contiene un fuerte peso prescriptivo, el “deber ser”.
“El concepto de normalidad es una invención de la Modernidad, que se instaura como una categoría que rige la mirada de médicos, educadores y criminólogos a partir del siglo XIX. Pero es una categoría que se construye desde su negación, porque lo que su origen sintetiza no es la normalidad, sino la anormalidad, que confirma la propia pertenencia a lo Uno, a lo Mismo.
Una categoría inventada para confirmar lo propio e instalar el control, expulsar, aniquilar, corregir, censurar, moralizar, domesticar todo lo que exceda sus propios límites, todo lo Otro.”
Esta categoría se convierte en la medida del mundo, es clasificatoria y productiva; productora de subjetividades, de cuerpos. La normalidad, pensada desde criterios estadísticos y en relación al concepto de Hombre Medio, es tomada como “lo dado”, la ley natural. Sin embargo, y por eso mismo, de los normales es de quienes no se habla, lo realmente prohibido es hablar de la norma, no de su trasgresión. Llegamos a un punto en que lo normal se desdibuja (“cada persona sana es un enfermo que se ignora”). O bien, “Lo normal es lo que se puede dar por supuesto, por obvio, por conocido por todos, y por lo tanto, naturalizado. Por ello lo normal no produce ninguna interpelación, no perturba, no inquieta, y como su contracara, lo anormal interpela, perturba, inquieta produce temores, desequilibrio, incertidumbre. La transgresión, la desviación, la anormalidad son y han sido objetos de medición, de establecimiento de límites, de control, de corrección, de expulsión, de aislamiento. (…)
Identificar, clasificar, encontrar el margen, dividir, separar, nombrar, diagnosticar, predecir, pronosticar, prescribir tratamiento; todas operaciones que se realizan sustentadas en la asimetría de poder existente entre un sujeto clasificador y un objeto sometido a clasificación, se encarnan respectivamente en los profesionales, los expertos, y el discapacitado, el paciente, y en ocasiones, su familia. (…) El sujeto ya no es tal, sino sólo un objeto, perderá su nombre, pasará a ser llamado por su déficit (…)” Práctica desubjetivante, que suprimió al enfermo para ser objetiva con la enfermedad, y amenaza con arrasar con la persona del médico, remplazándolo por el aparato técnico de diagnóstico, en su afán de cientificidad.
¿Qué provoca el hecho de pronunciar un diagnóstico creyendo que se nombra a una persona? Aquí el límite entre la subjetivación y la objetalización propias del lenguaje. La ilusión de sutura de los fenómenos provoca un arrasamiento subjetivo que implica, al menos, alienación a una palabra.
Aquella fuerza de normalización se sostiene a través de dos estrategias. Por un lado, la constitución del concepto de “lo anormal”, esencial, en una lógica de opuestos, para que la normalidad se afirme; par inseparable. Sin embargo, funcionan con leyes diferentes, por lo cual el anormal es menos desviado que diferente. ¿Cómo nos la vemos con lo diferente?
Por otro lado, la medicalización de la sociedad.
Vivimos en una época donde parece existir una pastilla para cada padecimiento. Probablemente conozcamos a alguien, o estemos nosotros mismos, en relación a analgésicos, descongestivos, antihistamínicos, pastillas para controlar la presión arterial, para algún problema cardíaco, antibióticos, pastillas anticonceptivas, pastillas para la acidez estomacal, pastillas para conciliar el sueño, pastillas para controlar el nivel de ansiedad, etc.
Sin embargo, y no hace falta realizar un estudio profundo para percatarse, vivimos la cotidianeidad con un grado de estrés, disconformidad, mal humor y malestar que parece ir en aumento proporcionalmente a la sensación de que el tiempo se acelera. Efectos de la exacerbación del sistema capitalista globalizado que nos empuja al cemento, en que predomina la ley de la selva.
Ahora bien, la llamada medicalización de la vida cotidiana no surge de un día para el otro, sino que tiene que ver con un trayecto donde la medicina, mejor dicho, el Modelo Médico, se impone. “El uso corriente del término “medicalización” denota la influencia de la medicina en casi todos los aspectos de la vida cotidiana, y connota una apreciación crítica por los efectos negativos, paradojales o indeseables, de tal fenómeno. En realidad, la medicina siempre ha ejercido un poder normalizador o de control social -básicamente por los conceptos de salud y enfermedad, normal y patológico- estableciendo un orden normativo rival de la religión y el derecho, que ha venido incrementándose desde la modernidad con la conquista de un auténtico estatuto científico, profesional y político. Pero otra historia comienza con el modelo sanitario dominante tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la medicalización deviene el equivalente de una “cultura de la salud = bienestar”, claramente visible en la sociedad posmoderna.”
Como dice Galende, la medicalización de la sociedad es el síntoma del avance de la medicina científica y el nuevo tipo de subjetividad fragmentada que produce. Expresión de su poder que instaura una supuesta relación proporcional entre consumo y producción de salud, propone los conceptos médicos como criterios de moralidad (en cuanto a la conducta responsable y el estilo de vida) y expropia el cuerpo. Así, la institución médica con su función normativa y normalizadora dice qué cosa está bien y qué cosa está mal en términos de salud y enfermedad, normal y patológico. Esto también se sostiene a partir de la referida asimetría de poder del médico respecto al enfermo.
La medicalización no solo se relaciona con clasificar lo desviado, lo enfermo, y luego corregirlo, medicarlo, “enpastillarlo”; sino, que más profundamente se medicaliza la vida a través del lenguaje y la manera en que éste organiza la experiencia y construye el mundo. Aparecen las metáforas médicas y entre ellas, configurando el paradigma médico-político, la de sociedad como cuerpo enfermo. Si, viendo la situación caótica de la sociedad, pensamos por un momento “está enferma”, esto implica que podríamos diagnosticarla y luego tratarla. “El argumento paradigmático del código político medicalizado (o del código médico politizado) presenta la forma siguiente: El país (la sociedad) está enfermo (o enferma). El diagnóstico (el juicio político) es tal enfermedad. El tratamiento (la receta) consiste en estas medidas. (…) Hay paralelismo entre el gobierno o régimen del cuerpo y de la sociedad, de modo que en la modernidad se realiza una somatocracia en la que coinciden el orden médico y el político, la medicina como política y la política como medicina. Todos somos pacientes de la política, en tanto que ésta nos prescribe o normatiza, pero, como afirmaba Nietzsche, no hay salud como tal, salud normal, sino salud de cada uno.”
Esto último coincide con la postura psicoanalítica, donde la terapia es caso por caso y la pregunta es por el sufrimiento y el bienestar posible del sujeto en una época y una cultura determinada. De cada uno de los sujetos. El psicoanálisis acentúa la brecha que se abre entre lo patológico y lo natural, que es la psiquis.
Entonces, ¿Qué hacer con aquellas condiciones de discurso (normal-patológico) que producen posiciones subjetivas? Desnaturalizar la norma y su carácter de exclusión es una operación clave, donde entra en juego nuestra capacidad reflexiva y de crítica. Reflexión a nivel colectivo; clínica, reflexión sobre la práctica; y sobre sus dichos el analizante.
Desde el psicoanálisis podemos decir que las normas sociales preexistentes al individuo son necesarias para la vida en sociedad. Sin embargo estas leyes y normas pueden generar más o menos malestar. No debemos olvidar que Freud, en “El malestar en la cultura” se refiere a la sociedad del 1900, donde está inmerso. Apuesto a la posibilidad de pensarnos configurando otros modos de relación, de lazo, sin desconocer el lado lobo del ser humano. No olvidemos tampoco que el mismo Freud consideraba al psicoanálisis como una fuerza de cambio en la sociedad. Con Freud afirmamos el malestar en la cultura y a la vez cuestionamos el malestar hecho cultura.
El psicoanálisis no promete la felicidad, ni el sin contradicción o conflicto. La pretención analítica no está relacionada a una clasificación de la patología psíquica; tampoco con la sobre-medicación que implique un acallamiento subjetivo. El diagnóstico diferencial se realiza en transferencia y no nombra subjetividades. La escucha analítica escucha (ya volveré sobre esto). Se supone allí un sujeto, no una esfera, sino escindido. Sujeto del inconciente, diferente al sujeto cartesiano, de la conciencia, que constituye una unidad; concepto que proviene de la filosofía y sostiene al cristianismo. Si en la lógica de lo normal y lo patológico hablamos de lo Mismo y lo Otro. Aquí diremos que lo Mismo es en sí diverso; en lo mismo está lo otro.
En psicoanálisis se habla de diferentes maneras de habitar el mundo. De negociaciones, con suerte, con aquel malestar en la cultura. Se abre la oreja a la capacidad de sorpresa y de cambio. Lo inesperado, lo inesperable.
Palabras, palabras y más palabras. Ojo, las palabras son cuerpo y los cuerpos también palabras. Es curioso, casi paradójico, que sin tener una lectura del ser humano como entidad yoica sin más, como una especie de completud, el psicoanálisis tampoco sostiene la dualidad cuerpo/alma. En este sentido, hablar de psicosomático es redundante. Decir “entrelazamiento” tampoco corresponde; sujeto y cuerpo no son escindibles. Tampoco existe LA subjetividad. Sino incontables, infinitas, inefables subjetividades.
¿Cómo el discurso normativizante habita las instituciones de Salud Mental? Nuestro punto de vista varía mucho según nos posicionemos con respecto a la persona que se acerca: “Vamos a curarlo”; “Vamos a encerrarlo” o “Vamos a soportarlo”. Esto último creando un espacio donde pueda existir como singularidad.
En aquella lógica dicotómica siempre “el loco” es el otro. Esto tiene que ver con un proceso de constitución psíquica. Necesitamos diferenciarnos del otro para poder existir. Lo que no significa que tengamos que constituirlo como un otro enemigo, amenazador o a corregir. Aún cuando, hoy, se nos aparece el otro como un competidor, en una especie de paranoia generalizada. ¿Cómo escuchar al otro? ¿Cómo, más allá de tomar posiciones personales, seguir dispuesto a sostener la diferencia, sin tratar de desconocerla? Construir junto a otros el espacio soporte de la subjetividad.
Y más allá de lo cotidiano, pero justamente porque allí se ancla, el discurso del psicoanálisis tiene que ver con esto. Con: “el psicoanálisis escucha” me refería a esto, la escucha de que algo se nos escapa después de hacer fugaces apariciones. Esto en el plano de la clínica. Y ampliando el panorama tendrá que ver con la apropiación de la palabra, donde vemos diferentes dialectos de cada grupo, que nos muestran el uso subjetivante del lenguaje, que hace lazo.

¿Cómo sabes que veo como tú el color rojo?
Ir caminando por la calle, levantar la vista, mirar cada una de las incontables ventanas de los edificios y pensar en cada una de las personas que ahí viven, conviven, transcurren. Pensar que cada una de ellas tiene una historia diferente, un cuerpo diferente, es maravilloso y escalofriante. Únicos en el mundo, es cargar con la profunda soledad para siempre. ¿Pero, por qué salen de nuestros orificios bucales esas formas extrañas que llamamos palabras? ¿Por qué el dirigirse a otros y desconocer el abismo? Comenzar a girar sobre el abismo, comenzar a hablar en torno al abismo.

Bibliografía

o Colovini, Marité. “Lo normal y lo patológico.” Notas y apuntes de clase. En http://clínicayactualidad.blogspot.com Abril 2008.
o Freud, Sigmund “El malestar en la cultura.” Ed. Amorrortu. Bs. As. 2004
o Galende, Emiliano “Psicoanálisis y Salud Mental.” Ed. Paidós Bs As1990
o Mainetti, José Alberto. “La medicalización de la vida y el lenguaje.” En http://hipócratesyfreud.blogspot.com Abril 2008.